Taberna: un personaje perdido de Borges
Esta que ve aquí fue por una caída cuando niño. Mi padre lavaba el coche, y anticipándose a la implementación de medidas para cuidar el agua, usaba un trapo; odiaba las mangueras por el desperdicio de agua que generaban. Si tan sólo todos hubieran previsto las catastróficas consecuencias de derramar el agua a lo bruto, tal vez hoy en día no padeceríamos los problemas que nos aquejan: cortes constantes del Sistema Cutzamala, el enfrentamiento de la policía por llegar hasta los últimos pozos de agua potable en los pueblos que quedan aledaños a la mancha urbana, ni siquiera…
Oiga, oiga, pero ¿qué pasó con lo de su cicatriz?
¡Ah, es cierto! Lo había olvidado… pues me tropecé con una bandeja; mis brazos los tenía por debajo de mi suéter abrochado y andaba a brinquitos, pisé el traste y perdí el equilibrio. La consecuencia clara fue mi rostro contra el suelo, me abrí la barbilla, contuve el llanto, pero no el flujo de sangre. Tuve que llevar algunas puntadas durante semanas. Esa es la historia que contiene esta marca en mi cara, pero es el recuerdo más benévolo que guarda mi cuerpo.
Usted y sus cuentos. Para cicatrices ésta que tengo aquí.
¡Oiga, creía que este era un bar decente, no ande de exhibicionista y súbase su pantalón!
Nada de exhibicionismos. Este agujero que ve…
¡Tony! ¡Por favor! Puede haber niños leyendo… o escuchando.
… en el muslo… tarado. Fue el resultado de una bronca que se dio aquí en La Esperanza. Todo empezó con la llegada de un hombre que nunca había visto. En la mesa de la esquina estaba Mariano y sus compinches, los que nunca se le despegan. Entonces, impulsados por la irreverencia que siempre se cargan, más varias cervezas comenzaron a aventarle unas bolitas de papel al recién llegado. La primera vez no hizo caso, a la segunda decidió salir, pero antes de llegar a la puerta lo increparon; le gritaron a la cara y lo empujaron. Un viejo que parecía dormido se levantó de su lugar y le alcanzó una navaja para que se defendiera. En ese momento todo fue muy confuso, parecía una batalla campal y cuando la riña terminó me di cuenta que yo tenía navajeado el trasero.
A ver, a ver. Dice que yo soy el de los cuentos, cuando es usted el que me acaba de contar uno… y muy mal, por cierto. Debería leer a Borges para que conozca bien la historia de Juan Dahlmann.
¡Ése fue!
¿Quién?
Ese tal Juan, al que molestaron.
¿En serio? Y ¿qué fue de él?
No lo sé, cuando terminé de vendarme ya se había ido, sólo quedó una navaja entintada. No dudo que saliera victorioso, tomó un café mientras que los otros llevaban toda la tarde bebiendo.
Qué extraño que usted lo conozca.
¿Por qué?
Nada más. Y ¿dijo de dónde venía?
No, pero hablaba un español diferente, como del sur.
Sí, eso me imaginé. Un personaje perdido de Borges, como la novela que…
¿Qué murmura?
Que ya tengo que partir, vendré la siguiente semana.
¿Tan pronto?
Ahora usted me detiene. Si ya pasan de las…
Bueno, ya. Que pase buenas noches.
No hay quien lo entienda, Tony…
Por R. R. Fullton
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MásCultura 07-jun-16