Taberna: un daikiri para Hemingway

¡Una odisea para llegar aquí con tremendo tráfico!

Ya me extrañaba que estuviera cerrado a esta hora. Llevo una hora esperando y ya mero son las dos de la tarde.

¡Una hora! Y ¿no tiene otro lugar a dónde ir?

Ya sabe que sí, pero disfruto más venir y platicar con usted.

Lo que disfruta es que le regale las bebidas.

Eso es aparte. Pero piénselo, don Tony. Cuando yo sea reconocido y famoso en todo el mundo, justo en este lugar, donde ahora estoy sentado y me he sentado a lo largo de todo este tiempo, erigirán una estatua mía con un mezcal en la mano…

¡Dios me libre!

… y un libro en la otra, con alguna cita grabada al pie de la efigie. Así como en el Floridita de la Habana Vieja, donde Ernest Hemingway descansa tras los años en una esquina del recinto.

A su paso no sostendrá más que el vaso, porque de libros usted no tiene para cuando…

Recuerdo que nos encontramos en alguna ocasión en el Malecón de la Habana y caminamos directo al Floridita. Ahí probé uno de los mejores daikiris…

Sígale, ¡eh!…

… aunque el gusto me durara muy poco, porque el calor de la isla es a veces insoportable; a los pocos minutos el hielo se deshizo, pero entre la bebida y la música ni me preocupó. Muy gracioso Hemingway, sin embargo, no había que malhumorarlo. En una ocasión me tocó ver cómo le arrancó la camisa a un crítico que habló mal de su novela y lo tiró al suelo. Eso bastó para que el pobre hombre le dedicara menos palabras a los textos de Ernest. ¿Se imagina que los críticos de ahora dirimieran así sus rivalidades?

¡Bah! Eso lo veo casi a diario.

Pero no entre críticos de literatura y escritores. Si entre ellos solucionaran así los problemas, durante estos días ya habrían volado algunos dientes.

Mientras no manchen demasiado y paguen sus bebidas, yo les pongo el ring.

Estaré al pendiente de las siguientes discusiones y les haré llegar la invitación. Que no se diga que no me preocupa que su negocio se mantenga a flote.

Por R. R. Fullton @LordNoa

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MasCultura 12-jul-16