Más allá de las páginas del mar
Para escribir una historia intrincada donde convergen una multitud de hechos y personajes, reales y ficticios, que inciden imperceptiblemente entre sí a lo largo de dos siglos, se necesita, además del hilo conductor (una carta vagabunda), una madeja poética para tejer una prenda inolvidable en la mente de los lectores. Colum McCann, consciente de esto, construye su mundialmente ovacionada novela histórica "Transatlántico", no sólo entrelazando la vida de Teddy Brown y Jack Alcock —primeros en volar a través del Atlántico en 1919—, el abolicionista afroamericano Frederick Douglass, y los políticos pacificadores de Irlanda del Norte Tony Blair y George Mitchell, con sus cuatro heroínas, sino utilizando un lenguaje poético que le da precisión a los acontecimientos narrados. La prosopopeya —animación de objetos inanimados para dotarlos de características humanas— es uno de sus mecanismos más efectivos que utiliza McCann para dar vida a objetos y espacios que acompañan a nuestros protagonistas, pero sin caer en el ámbito de lo fantástico, como se evidencia desde el primer capítulo donde abre (y cierra maravillosamente) su narración con el despertar de una cabaña y nos cuenta lo que oye, lo que ve, lo que siente. En su búsqueda constante de la palabra perfecta, igual que su personaje Emily, el autor crea metáforas insólitas rescatadas de la más pura tradición vanguardista, "La lluvia se arrodilla sobre la tierra" (29), "Las sierras gemían. El viento levantaba aserrín. El silbato de los trenes rasgaba el cielo" (137), "La ropa cayó a sus pies formando un charco" (207), u "Oyó cómo el vestido se desplomaba exhausto por el suelo" (237), que ayudan a dibujar las estampas y situaciones requeridas, al tiempo que alimentan nuestra imaginación.
Curiosamente, en esta novela, inserta dentro de un contexto de guerras y revoluciones, hay pocos muertos, aunque sí son entrañables: "Taddeus jamás había pronunciado palabra alguna sobre la esclavitud o la libertad […]. Él sólo quería luchar, nada más. La gloriosa vanidad de la muerte." (216). La mayoría de los personajes que mueren en estas páginas habrán cumplido su destino y el paso a la otra vida, parecerá completamente natural. "No fue una tragedia […]. Estaba en un avión. Era exactamente donde quería estar. Nunca le habría parecido algo trágico." (256). Quizá sólo haya un par de excepciones, sin que sean del todo aciagas, puesto que las vicisitudes sólo harán virar ligeramente su destino haciéndolo un poco más luminoso. Precisamente, en una de estas excepciones se transgredirá, en un sólo capítulo, la narración en tercera persona, para dar pie a un tono más personal, en primera, donde las revelaciones conmoverán al lector más duro, pero sin caer en el melodrama: la voz de la última mujer de esta breve estirpe femenina morirá con el recuerdo su hijo asesinado.
Colum McCann baraja temas tan diversos, como la celebridad —lucha constante, tanto para obtenerla como para librarse de ella—, la inequidad, la libertad o la soledad femeninas, para revestir con ellos a cada una de las protagonistas, que son completamente distintas una de la otra: Lily, criada y analfabeta; Emily escritora poco agraciada; Lottie hermosa tenista y fotógrafa; Hannah, hedonista y nadadora. Quizá la única característica que comparten sea la tenacidad para rehacer su vida.
El autor también ha sabido mantener en cada uno de los capítulos una tensión digna de los grandes cuentos realistas de escritores transatlánticos de la talla de Henry James o Francis Scott Fitgerald. La novela es comparable a las emociones que produce una montaña rusa donde la expectativa de la subida se cumple en la aceleración de la bajada, emoción que repite una y otra vez hasta el final… y al terminar uno querrá, si no repetir, sí extender un poco más la agitación del accidentado viaje aéreo, la convulsionada firma del Acuerdo de Viernes Santo en Irlanda del Norte, o la precipitada salida de Irlanda de aquella jovencísima criada buscando su independencia en una agitada nación norteamericana envuelta en la guerra civil. La novela es tan intensa, que el lector se sorprenderá leyendo al finalizar cada uno de sus elementos paratextuales: dedicatorias, epígrafes, cuartas de forros, cintillos, recomendaciones, etc. sin contar con las apresuradas búsquedas en la red para corroborar datos y mirar mapas. "Transatlántico" es un libro que trasciende sus páginas.
Colum McCann, "Transatlántico", Barcelona, Seix Barral (Biblioteca Formentor), 2014, 367 pp.
Por: Alfredo Barrios, @alfredobarriosh
Mascultura 23-Se-14