TRANCAPALANCA: las estrategias de Élmer Mendoza
Generalmente los primeros libros de un autor (famoso o no, bueno o malo) ocupan un lugar estratégico dentro de su producción, pues resultan ser, las más de las veces, laboratorios en los que experimenta con diversas formas de escritura, más o menos novedosas u osadas, precedidas de estructuras o esquemas que pretenden ser originales y que, en el mejor de los casos, le ayudarán a configurar un estilo o sello personal. Impelidos por los bríos de una vocación incipiente, los primeros libros arrastran consigo la búsqueda incansable de una voz propia o, mejor dicho, de una zona de confort en la que esa voz pueda afianzarse, al menos de manera provisional, hasta encontrar otro paraje igualmente cómodo o habitable. Generalmente también se trata de obras publicadas en editoriales pequeñas o independientes o en instituciones privadas o gubernamentales (casas de cultura, universidades, institutos) con una pésima distribución que dificulta su llegada al público, por lo que se vuelve necesario esperar (sentado) su reedición en editoriales de mayor envergadura.
Es el caso, por ejemplo, de “Trancapalanca”, de Élmer Mendoza, un libro de relatos publicado en 1989 por el Departamento de Investigación y Fomento de Cultura Regional de Sinaloa y recién rescatado por Tusquets Editores. Para el lector familiarizado con la obra de Mendoza, uno de los pioneros de la llamada “narcoliteratura”, “Trancapalanca” resulta imprescindible, pues contiene algunos de los rasgos estilísticos más frecuentes en la obra ulterior del autor, sobre todo en novelas como “Un asesino solitario”, “El amante de Janis Joplin”, “Efecto tequila” o “Balas de plata”. Así lo reconoce el propio Mendoza en una entrevista dada recientemente al periódico La Jornada: “Crear un estilo dura toda la vida. Entonces cuando se encuentran puntos sobre los que se debe desarrollar, uno se prende de ellos y fue lo que hice. “Trancapalanca” tiene esa importancia para mí, lo descubrí y desarrollé en las novelas posteriores que he escrito y publicado.
Así, “Trancapalanca” es un repertorio de estrategias narrativas sumamente interesantes para el lector que gusta de la prosa ágil y rápida, directa y sin ambages, muy cercana al lenguaje coloquial. Suprimiendo signos de puntuación, jugando con las palabras, creando neologismos o empleando regionalismos, Mendoza sabe que los ejercicios de escritura realizados en sus primeros libros de cuentos pueden trascender el ámbito particular y contagiar a otros escritores en busca de su propio estilo: “Me agrada mucho que sigan siendo textos divertidos, sorprendentes y, que eventualmente, alguno de ellos pueda servir de modelo para que alguien resuelva una historia que tenga atorada”.
Además de los recursos estilísticos mencionados, el lector hallará en “Trancapalanca” una serie de historias que le resultarán, al mismo tiempo, entretenidas y estimulantes. Para terminar, enumero algunas:
1. Una carta de despedida a Julio Cortázar, recién fallecido, de parte de uno de sus lectores más apasionados.
2. La historia de un detective fracasado, incapaz de esclarecer el asesinato de una mujer, contada por otro detective.
3. La historia de un escritor que redacta dormido textos y conferencias de gran calidad, alabadas por lectores y escuchas igualmente dormidos.
4. Un instructivo para encarar a narcotraficantes con firmeza, amabilidad e inteligencia, de tal manera que, tras el conato de bronca, pueda recibirse una oferta de trabajo para integrarse a las filas del crimen organizado.
5. La crónica de un plan para asesinar a Fidel Esperano, un peligroso delincuente que ha monopolizado el negocio de la droga, para lo cual se contrata a Élmer Mendoza, un escritor famoso por haber ajusticiado a una gran cantidad de personajes literarios.
6. La historia de una bella mujer asediada por un trailero que, en realidad, busca informarle que en el asiento trasero de su auto hay un hombre armado a punto de atacarla.
7. La historia de un boxeador acobardado y deprimido por la muerte de su madre.
8. La historia de un hombre (José) que sueña un número y, al día siguiente, busca el billete de lotería correspondiente, sólo para darse cuenta de que existen otros soñadores que, como él, intentan apoderarse del mismo billete.
9. La historia de un fantasma que termina por aburrir a todo el mundo.
Imagen: Portada del libro “Trancapalanca”, de Élmer Mendoza.
Mascultura 17-Jun-13