GRACIAS POR SU SERVICIO: testimonios de una guerra que costó más de lo que valía
Nadie ha dicho que ir a una guerra sea fácil, pero a veces regresar de ésta puede si no ser peor, ser casi tan terrible como permanecer en ella. Esta es la historia de miles de soldados que regresaron a su país, a sus hogares, luego de combatir en Irak. “Gracias por su servicio”, Premio Pulitzer 2006, es desde el título un recordatorio de un país que agradece a sus soldados por el sacrifico que realizan al jugarse la vida por el ideal de una nación, pero también la síntesis de que la vida, para estos, es un servicio que prestan.
La guerra en Irak cambió el paradigma en la milicia estadounidense, nunca antes una guerra había generado tantos soldados con tendencias suicidas: cada 80 minutos un veterano de guerra se quita la vida. Soldados que a su regreso fueron diagnosticados con TEPT (trastorno por estrés postraumático). David Finkel, periodista de The Washington Post, presenta los testimonios de un grupo de ex militares que regresaron a sus hogares, o a lo que quedaba de ellos, para enfrentarse a otra guerra: la propia.
“Gracias por su servicio” es la continuación de un tema que Finkel había tratado antes en “Los buenos soldados”, un acercamiento, desde la mirada de los propios combatientes, a la guerra y a la vida después de ésta. Los testimonios que encierra Finkel en su libro exhiben a soldados que son incapaces de recuperarse, que pierden en muchos casos la familia que dejaron antes de ser enviados a combate y que no logran comprender cómo fueron capaces de matar a tanta gente, de caminar entre muertos, porque en ese camino vieron cómo se iba la vida de compañeros pero también la suya propia.
Si bien se cuentan las historias de varios soldados que estuvieron en Irak, también se habla de veteranos de otras guerras, como la de Vietnam, con quienes se comparan ya que mientras ellos tenían una línea desde donde atacar quienes estuvieron en Irak podían esperar la muerte desde cualquier punto, pues los misiles y la bombas se detonaban a cada paso, lo que ocasionó un enorme desorden en algo que debía sostenerse por una estrategia precisa.
Una guerra desordena donde quienes más perdieron fueron los jóvenes “que se alistaron en el ejército porque eran patriotas, porque eran idealistas, porque tenían el corazón roto o tal vez solo porque no tenían trabajo”, y esta última es una de las razones más tristes. Finkel escribe cómo muchos de estos soldados se metían al ejército en busca de una mejor situación económica, lo cual terminaba al volver a casa. Regresar e intentar vivir con pensiones que no les alcanzan o trabajar, si están en condiciones de hacerlo, en un empleo que no los motiva no estaba en sus planes. Este es el caso de Adam Schumann, quien trabaja ahora en un servicio telefónico para ex militares proporcionando información sobre subsidios: “Así que aquí está, en el servicio telefónico, donde a veces piensa que debería llamarse a sí mismo, explicarse sus problemas e intentar obtener respuestas.”
La historia de Adam, que sirve para hablar de las demás, es también la historia de su esposa y de todas las esposas e hijos de soldados diagnosticados con TEPT, hombres que tienen constantes pesadillas, que no logran descansar, que tienen que medicarse para ser medianamente funcionales, que recuerdan los cuerpos de otros hombres destrozados perdiendo la vida en sus manos o en las de otros, que se cuestionan ¿en qué momento fue normal asesinar?, hombres que físicamente están en casa pero que su mente permanece en guerra. Adam, como otros, sienten que si comparten lo que piensan, sus horribles pensamientos, nadie los entendería y por eso se aíslan cada vez más.
“Gracias por su servicio” son los testimonios desgarradores de una guerra que costó más de lo que valía.
David Finkel, “Gracias por su servicio”. Barcelona, Crítica, 2014, 280 pp.
Por Perla Holguín Pérez