Maupassant, el señor que va a hacerte escribir cuentos

Si tienes la suerte de coincidir con un cuentista en una fiesta, haz el siguiente experimento: acércate lo suficiente a su oído –sin que eso signifique que estés flirteando con él– y pronuncia de manera pausada “Guy de Maupassant”. Pon atención a sus respuestas corporales y envía la información al correo de esta revista.

No está de más recordarlo: Maupassant es, junto con Chéjov, el señor que va a hacerte escribir cuentos –cuando estás iniciando– o dejar de escribirlos –cuando has acumulado 20 cuadernos inéditos.

Para labores de ese tipo, Páginas de espuma acaba de poner en circulación toda la obra cuentística de Maupassant. No es un asunto menor, dado lo reincidentes que suelen ser los editores que no dejan de publicar “Bola de sebo” o “El horla”, pero apenas ofrecen algo más. Ahora es posible sumergirse en casi 3 mil páginas de uno de los mejores cuentistas que ha dado la humanidad y corroborar por qué tus amigos escritores deberían tener un retrato suyo al lado de la computadora.

No es solo la reunión de uno de los materiales esenciales de la literatura universal. No se trata únicamente de que los 301 relatos escritos por este genio de la ficción breve estén ahí, en dos volúmenes exquisitos, que no desentonarían con tu mesa ratona. La edición de Mauro Armiño, quien también se ha encargado de la traducción, destaca en particular por su notable material adicional. Hay cuadros cronológicos y abundantes notas explicativas que contextualizan la aparición de cada relato, pero también los nombres, las fechas y las expresiones que podrían resultar oscuras. Hay una inteligente introducción, debida igualmente a Armiño, que ubica a Maupassant en la vida literaria del siglo XIX y analiza las constantes en sus cuentos.

Si nos vamos de lleno a los relatos, veremos a un maestro de la crueldad y la locura en plena forma: en “Cocó” un muchacho ejecuta un plan desalmado para matar de hambre a un viejo caballo al que no ve necesidad de seguir sacando a pastar. En “Lo horrible” unos soldados asesinan a un supuesto espía y descubren que se trataba de una mujer que se había disfrazado para encontrar a su hijo. En “Un loco”, un magistrado que hasta ese momento había llevado un estilo de vida ejemplar, descubre un día el placer que supone el homicidio y la impunidad cuando van de la mano. En “Carta de un loco”, un sujeto advierte una presencia que lo acompaña mientras se mira en el espejo y empieza a obsesionarse con la imagen. En “Mademosoielle Cocotte”, un tipo arroja a una perra al Sena y después tiene que sufrir el retorno del cadáver en forma de alucinación. Los monstruos de Maupassant provienen del interior de sus personajes no de sucesos sobrenaturales. En sus relatos el componente “fantástico” o “terrorífico” nace de la misma realidad, no en oposición a ella.

Maupassant nunca reunió sus cuentos por temáticas, aunque no es difícil advertir ciertas obsesiones en sus textos: el doble (“El horla”), la locura (“¿Él?”), la soledad (“En venta”), el suicidio (“El tío Amable”), la venganza de los humildes (“Confesiones de una mujer”), el juego sexual (“El método de Roger”). Esa variedad y ese poder de observación refrendan con cada generación de lectores, su carácter de clásico.

En estos relatos completos, podemos advertir al Maupassant maestro del horror y al cronista de la cotidianidad francesa, al Maupassant lector de Schopenhauer y al minucioso dibujante de ambientes. Cada cuento es una lección de narrativa que se ajusta a ese plan de obtener “una visión más completa, más convicente que la realidad misma” con el que Maupassant se sentía identificado. Algo que su maestría literaria le hacía cumplir con creces.

Por Eduardo Huchín

Cuentos completos, de Guy de Maupassant en Librerías Gandhi.

Imagen: El escritor Guy de Maupassant.
Mascultura 15-May-13