¡Puros cuentos… para aprender de emociones!

¡Puros cuentos… para aprender de emociones!

12 de octubre de 2020

Lo Hiancia Pez

Son numerosos los videos que circulan en las redes sociales de patitos y otros animales que siguen a sus dueños a todas partes. De hecho, la imagen del patito que reconoce como su madre al primer ser que tiene enfrente al nacer es mítico, El patito feo así lo constata. En cambio, no existen videos claramente destinados a ilustrar el mismo fenómeno en el caso de los humanos, ni es necesario puesto que algo sabemos…

Al patito, por supuesto, no le basta con tener enfrente un ser cualquiera, sino que éste no se lo coma ni lo maltrate o abandone: le hace falta aceptación y cuidado. La definición formal de apego que puede leerse en El desarrollo emocional de tu hijo. Cuentos desde la teoría del apego, de Rafael Guerrero y Olga Barroso, publicado por la editorial Océano, es: “un vínculo afectivo, de fuerte intensidad, bidireccional pero asimétrico, entre el niño y sus padres (o cuidadores principales)”; asimétrico porque el hijo es “dependiente” de pan y amor. Una obviedad.

Aunque el descubrimiento conceptual del apego hubo de esperar hasta el término de la Segunda Guerra Mundial, cuando la ONU encargó al psicólogo John Bowlby un estudio sobre las consecuencias de la orfandad de los niños sobrevivientes. En realidad, la humanidad ya sabía de los efectos de lo que hoy llamamos crianza bien tratante de ese individuo “dependiente”, por mucho que hasta la mitad del siglo XX la racionalidad pediátrica estableciera que bastaba con alimentarlo, “corregirlo” y enseñarle conocimientos y maneras correctas. Era eso o la calle, donde los lobos comen (Caperucita Roja) o convierten en asnos para la labor a los niños (Pinocho).

Las historias calan. Una de las fuentes de educación emocional de las personas durante su vida son los relatos, los tradicionales y familiares o de la literatura y la industria audiovisual. Claro, no todas las historias funcionan para el desarrollo emocional, unas son meramente didácticas, otras de entretenimiento simple. Afortunadamente, hoy para los niños la oferta es amplia: de los Hermanos Grimm a Intensamente, de Buscando a Nemo a los libros de Albertine y un interminable etcétera. Además de las que padres y cuidadores, cuentacuentos y maestros sepan crear y adaptar.

El libro escrito por Rafael Guerrero, especialista en psicología educativa, y Olga Barroso, experta en violencia de género y atención a mujeres y menores, ambos españoles y entrevistados por escrito, está dirigido a los padres para que comprendan las bases y alcances de un buen desarrollo emocional en los hijos, así como las consecuencias que tiene no fomentarlo. Para apoyar el proceso recurren a historias, algunas adaptadas y otras originales que ejemplifican los aspectos centrales.


El entretenimiento tecnológico infantil a veces da resultados sorprendentes en materia de emociones, como en la película Intensamente que centra su atención en la tristeza, emoción que —como ustedes dicen en su libro— tiene muy mala fama a pesar de su trascendencia en la vida de las personas. Habituados a ver las emociones en acción como entretenimiento masivo, ¿deberíamos regresar a las fábulas orales como medio de aprendizaje familiar?

—Nos gusta decir que los cuentos son la traducción de la vida real a la fantasía. Hay cuestiones de la realidad que son o dolorosas o muy complejas. Estas características hacen que pueda ser difícil, para algunas personas enfrentar directamente la realidad y pensar sobre ella. Sin embargo, si contamos esa misma realidad con una historia fantástica, con un cuento, las personas se verán, sin darse cuenta, metidas en ella y pensando sobre estas cuestiones reales que, tal vez, hubieran rechazado considerar si lo hubiéramos expuesto directa, realista y frontalmente. La maternidad, la paternidad, aunque es una aventura gratificante y agradable también tiene sus momentos dolorosos o espinosos.

Además, los cuentos tienen otra característica esencial para lograr un aprendizaje profundo y significativo, y es que emocionan. No sólo nos permiten pensar sobre una realidad y comprender de manera sencilla cuestiones complejas sino que en este proceso nos hacen emocionarnos con los personajes, con sus dificultades, con sus logros y superaciones. Esto hace que los cuentos logren aprendizajes inmortales, que no se olvidan por mucho tiempo que pase.

¿Quien ha olvidado el final de los Tres cerditos o de Caperucita Roja? Nadie. Precisamente por eso arraigaron en la tradición oral y nos siguen acompañando tanto en su formato original como adaptándose a nuevos formatos, películas, cortometrajes, apps, etcétera.

Por todo esto sí, las fábulas y los cuentos son herramientas fantásticas para, como se indica en la pregunta, aprender sobre la realidad que nos rodea y para aprender sobre la realidad de la crianza. Nosotros, con este libro invitamos a los lectores que vuelvan a ellas y que aprendan cuestiones, para nosotros indispensables para una buena crianza, desde nuestros cuentos de este libro.

De entre los cuentos repartidos al final de los capítulos del libro, la reelaboración de Caperucita Roja es muy inquietante, por decir lo menos, ya lo anuncia su título “Un final inesperado para Caperucita Roja”. En él ella dice: “le puedo cambiar [al Lobo] mi vida por mi libertad” dejando sin palabras a su acompañante. Es un cuento sobre la culpa por desobedecer a la madre, un remolino que puede destrozar de veras la vida, como en este caso. ¿Cómo hacer para alertar a los hijos de no atorarse en ella?

Igual que decíamos en la anterior pregunta que la tristeza tiene mala fama pero es una emoción necesaria, la culpa tiene la misma condición. La culpa es la emoción necesaria para identificar cuando hemos hecho algo mal o inadecuado o cuando nuestro comportamiento es la causa de un malestar o un problema en otra persona. Ahora, para que la culpa sea positiva y nos ayude a adaptarnos a un mundo social y gregario, tiene que estar bien calibrada.

Tenemos que enseñar a los niños y niñas que ellos no hacen mal si a veces se equivocan, si se despistan, si cometen errores, si no son perfectos. Porque el error es necesario para el aprendizaje y por tanto es bueno si aprendemos de él. Y sobre todo tenemos que enseñarlos que no les vamos a dejar de querer si se equivocan. Con esto los niños se sentirán un poquito mal cuando se equivoquen, lo justo para saber que tienen que hacer las cosas mejor la próxima vez, pero no tan mal como para pensar que ellos son malos o fallidos por esta equivocación. Y sobre todo que sepan que no nos están fallando a nosotros o creándonos un gran malestar. Si yo me siento hundido/a porque mi hijo no sea perfecto, en realidad yo me siento tan mal no por lo que hizo mi hijo/a sino porque yo no tengo bien representado el papel del error y lo positivo y necesario de este.

Pasando a la parte teórica del libro, la tercera de las 16 necesidades del ser humano que se plantean en el libro es “Dar una narrativa” pues es “imprescindible que les expliquemos [a los hijos] aquello que no entienden” en relación con las emociones. Ejemplifiquemos: si un niño, tras varios días de cuarentena pasa más o menos lentamente del juego normal a un juego enfático causando daño a sus juguetes, ¿cómo hay que establecer una narrativa que le alivie?

—Establecer narrativas tiene que ver con dar explicaciones coherentes y que empoderen al niño. Las narrativas o la decodificación de lo que sucede en el mundo o en su interior, son imprescindibles para que vayamos comprendiendo todo lo que nos rodea y nos pasa. En la situación actual que estamos viviendo, nuestros hijos nos preguntan por el confinamiento, por el virus y por qué no pueden salir a la calle a jugar con sus amiguitos. Por supuesto que necesitan que les demos una respuesta que sea adaptada, es decir, una narrativa coherente con lo que en realidad está sucediendo. El pasar de jugar de un modo tranquilo a romper sus juguetes requiere de una narrativa en todos los casos. Ese comportamiento, por cierto nada habitual en ese niño, requiere que se le dé una explicación de por qué se está comportando de esa manera. Seguro que hay algo que le está haciendo a este niño ser más impulsivo y agresivo. Si se lo explicamos, aumentamos la probabilidad de que no se lleve a cabo.

La última de las 16 necesidades del ser humano es la magia, o “autoengaño” en los adultos, como dicen ustedes en el libro. Algunos padres piensan que es mejor no recurrir a entelequias sino dar explicaciones realistas. ¿Cuáles son los beneficios de recurrir a elementos sobrenaturales o mágicos? ¿Hay que recurrir sólo a los culturalmente aceptados (los Reyes Magos, el Ratón Pérez) o crear los propios en familia y en qué medida?

—Creemos que es positivo mantener las cuestiones mágicas aceptadas en la cultura como manera de mantener nuestras tradiciones y nuestra historia por un lado, y porque muestran la manera sana de usar la magia, para hacer felices a los demás. Es como cuando mentimos para hacer una fiesta sorpresa a alguien, debemos enseñar a los niños que sólo está bien mentir para este fin o “mentir” jugando, es decir, cuando hacemos jugando que somos, por ejemplo, exploradores en el antiguo Egipto.

Por otro lado, la magia tiene otro uso y es como decíamos en una pregunta anterior utilizar cuestiones irreales para explicarles a los niños elementos de la realidad con el objetivo que esta realidad sea comprensible para ellos por su nivel madurativo. Por ejemplo, a un niño de 3 años le podemos explicar que es inadecuado hacer perforaciones profundas en la tierra porque esto hará que dañemos las capas tectónicas y los ecosistemas y no entenderá nada. O podemos explicarles que en nuestro querido planeta, en el centro de esta gran bola que es la Tierra vive un dragón y si hacemos estas perforaciones le haremos daño al dragón y esto no está bien; esto lo entenderá perfectamente y habremos introducido una visión ecológica en el niño/a. Y cuando tenga edad para entender la composición geoquímica de la tierra cambiaremos el dragón por las capas tectónicas.

—Hacia el final del libro se menciona que uno de los pilares de la madurez infantil es el desarrollo de “estrategias para enfrentarse al miedo”. Si bien es cierto que muchos miedos infantiles pueden detectarse o enunciarse con relativa facilidad, como el miedo al ridículo, a monstruos o seres en la oscuridad, etcétera, también hay miedos de muy difícil detección. Miedos, tristezas, enojos en apariencia inexplicables. ¿Cómo pueden los padres intervenir en esas situaciones, a qué ritmo, con qué estrategias, y en qué momento deben buscar apoyo externo?

—Hay una serie de miedos que son evolutivos y otros que son de cada niño. Los primeros son miedos por los cuales suelen pasar la gran mayoría de los niños, como por ejemplo el miedo a los fantasmas o a que les pase algo a mamá o papá. Por otro lado, existen una serie de miedos que sólo se dan en algunos niños y que suelen tener que ver con alguna experiencia traumática o desagradable que hayan tenido. Lo fundamental de un tipo u otro de miedo es legitimar la emoción y permitirla. No hay nada mejor para enfrentarse al miedo que aceptar que tenemos miedo. Tomarnos muy en serio lo que nos dice nuestro hijo y meterle algún componente de magia puede ser tremendamente efectivo. +