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Películas sucias y baratas: el boom del cine indie

Películas sucias y baratas: el boom del cine indie

10 de octubre de 2020

Gilberto Díaz

Blockbusters de reserva

A finales de la década de 1980, la industria cinematográfica estadounidense se volcó de lleno a su nueva máquina de hacer dinero: los blockbusters o películas de alto concepto, aquellas que fácilmente se vendían a los grandes estudios por sus planteamientos breves y concisos, los cuales se basaban en premisas que no tenían mucha complejidad. Este tipo de producción entró en auge tras el fenómeno de la primera entrega de Star Wars (1977), y la consolidación de Steven Spielberg como mago de la ciencia ficción y la cultura pop con Close encounters of the third kind (1978).

Estamos ante un escenario absolutamente opuesto al que vivía el cine norteamericano 20 años antes, cuando —a raíz de una severa crisis financiera y generacional— los estudios dirigieron su mirada a los ambiciosos proyectos de jóvenes realizadores que buscaban contar historias complejas y realistas de antihéroes y mujeres libres, de introspección psicológica y denuncia social, dando lugar con ello al renacimiento artístico del cine estadounidense. Este período concluiría pronto al convertirse en una víctima de sus excesos presupuestales y narrativos que poco redituaban a los estudios, un hecho que —en algunos casos— los llevó a la bancarrota. Así murió la era de “El nuevo Hollywood” junto con la década de los setenta.

Sexo, mentiras… y cine independiente

El cambio de rumbo representó un duro golpe para las nuevas generaciones de cineastas que tenían poco interés en subordinarse al nuevo y multimillonario sistema, y lo mismo les ocurría con las historias que poco se identificaban con el sentir de una generación hastiada del conservadurismo y frivolidad del reaganismo y thatcherismo de la cultura mediática, la cual estaba saturada de propaganda proestadounidense, belicista y enfocada en un materialismo vacío e hipócrita, que no volteaba a verse a sí misma y sus carencias.

Fue entonces cuando comenzó un movimiento de cine independiente, liderado por jóvenes cineastas que, en la realización de producciones de presupuesto limitado, descubrieron una ruta para contar historias con total libertad, con dramas realistas enfocados en el estudio de carácter y que coqueteaban con un surrealismo consciente de sí mismo. Se trataba de nuevas formas de crear películas con el espíritu de los movimientos cinematográficos de Italia, Francia, Japón e India, y la fuerza creativa de personas hambrientas de hacer un cine mucho más auténtico y cercano a su percepción de la realidad.

En 1988, a sus 25 años, Steven Soderbergh escribiría en ocho días, y posteriormente filmaría su ópera prima: Sex, lies and videotape. Se trata de la historia de un hombre problemático que utiliza una videocámara para grabar a mujeres discutiendo sobre sus vidas, su sexualidad y su impacto en las relaciones de una pareja casada con problemas y la hermana menor de la esposa. La película, protagonizada por James Spader y Andie McDowell, apenas tuvo un costo de 1.2 millones de dólares, con lo que se pudo pagar tan sólo una semana de ensayo y un mes para realizar la filmación.

Escena de Sex, Lies and a Videotape

Como resultado, Soderbergh se llevó la Palma de Oro en el Festival de Cine de Cannes en 1989, e inició la revolución del cine independiente que sería dominante a lo largo de la siguiente década, gracias a su experimentación en inusuales narrativas, e historias mucho más cercanas a una nueva generación más cínica y desafiante de su entorno.

Al desarrollarse fuera del sistema de estudios de Hollywood, el cine indie desarrolló su identidad sin encasillarse en un estilo o género definido por los grandes estudios o por el mercado. Así, surgieron con mayor notoriedad casas productoras y estudios independientes que poco a poco comenzaron a robarle terreno a las producciones millonarias, con una presencia cada vez más frecuente en festivales como Cannes, Berlín y Venecia.

Escritores, corderos y pulp

El año de 1991 fue crucial para el cine indie y su nueva ola de realizadores. Por un lado se instauró el nombre oficial del ahora prestigioso Festival de Cine de Sundance —fundado en 1978 como Festival de Cine de Utah—, el cual se caracterizó, desde su origen, por fomentar la exhibición de trabajos independientes y marcó el inicio del cine independiente como un movimiento importante, generando réplicas a lo largo de Estados Unidos y el mundo, ya sea con secciones en festivales bien establecidos o iniciando el surgimiento de otros en pequeñas ciudades.

A esta época pertenece Barton Fink, una comedia de humor negro acerca de un dramaturgo que padece el tan temido bloqueo creativo poco después de ser contratado para escribir una película. Escrita y dirigida por los ya experimentados, pero todavía poco reconocidos hermanos Coen, sería la segunda película indie en ganar la Palma de Oro en el festival de Cannes y se convirtió en una de las pocas películas que se han llevado el premio de una manera abrumadoramente unánime. A partir de esta película es que el dueto de cineastas comenzó a ser tomado con mayor seriedad.

Escena de Barton Fink

Ese mismo año se estrenó The Silence of the Lambs del veterano Jonathan Demme, que arrasaría como mejor película en los premios Oscar de 1992. No sólo fue la primera película de terror psicológico que obtenía este galardón, sino la primera independiente en ser reconocida por la Academia con tal honor. Además, a partir de este año se volvería común ver películas independientes acaparando las nominaciones y premios a Mejor Guion Original, desde el propio Soderbergh hasta Peter Jackson, Neil Jordan, Paul Thomas Anderson, Charlie Kaufman, Richard Linklater y el que se convertiría en el ícono del cine independiente: Quentin Tarantino.

Tarantino es un caso en el que el amor al cine se convierte en una vocación de vida. Este cineasta llamó la atención por su manera de escribir historias para la pantalla con su primera película Reservoir Dogs, la cual se puede clasificar como neo noir, en dónde todo sucede después de un golpe fallido. La cinta destacó por la fuerza de sus diálogos, el uso de una narrativa no lineal y el empleo de una sola locación donde se desarrolla la mayor parte del filme. Tras el éxito de esta película, Tarantino fue invitado a escribir guiones para otros directores, como Tony Scott o su amigo Robert Rodríguez, otro ícono del cine independiente.

Escena de The Silence of the Lambs

Cartel de Pulp Fiction

A pesar de la importancia de Reservoir Dogs, fue con Pulp Fiction cuando se culminó con la transformación del cine de la época, como industria y como narrativa. En este film escrito en conjunto con Roger Avary, a partir de tres relatos inconclusos sobre gángsters, sicarios y la turbulencia del bajo mundo, Tarantino definió la mayoría de sus sellos y logró hacer comprensible una narrativa sin principio ni fin. Esta cinta también se llevó la Palma de Oro de Cannes en 1994 y se convirtió en un fenómeno cultural que ha sido replicado, homenajeado y parodiado desde su estreno, ya sean los Simpson, o miles de clones que han intentado imitar la mordacidad y la astucia de sus diálogos y su estructura.

Europa y los nuevos autores

Pero si en Estados Unidos el cine estaba encontrando un nuevo aire, en Europa la situación iba por un camino similar, las grandes vanguardias occidentales por momentos se encontraban adormiladas, situación que abría paso a nuevas olas cinematográficas desde países que se encontraban en plena convulsión, desde los setenta la entonces República Federal Alemana había inyectado una dosis de libertad creativa a una generación de cineastas que querían tomar el ejemplo francés de los años cincuenta con proyectos apoyados por la cadena televisiva ZDF, de ahí surgieron nombres como Rainer Werner Fassbinder, Margarethe von Trotta y Wim Wenders, quien con su película Paris, Texas agregaría una estética mucho más conciliadora al cine europeo con su contraparte americana; esta nueva estética visual sería clave para alimentar las ideas de otros autores cinéfilos emanados de los estudios de televisión.

Este modelo particularmente beneficiaría al cine hecho en Reino Unido del que saldrían directores como Neil Jordan, Kenneth Branagh o Mike Leigh, ya fuera con producciones financiadas parcial o totalmente por la BBC o Channel 4. El caso más significativo de esta era llegaría a través del escocés Danny Boyle quien, tras años de dirigir para televisión, en 1994 debuta en cine con su película Shallow Grave, una comedia de humor negro que retrata el cinismo y la identidad desenfadada de una generación que padeció crecer durante el conservadurismo de Margaret Thatcher, esto acompañado de una nostalgia por la cultura pop británica de los sesenta y setenta serían los componentes de un cine más crudo y a la vez iconoclasta, potenciado por la literatura más agresiva de la época.

Con el éxito crítico y comercial de su ópera prima, Boyle se aventura a realizar la aparentemente imposible adaptación de Trainspotting, novela de culto del escritor Irvine Welsh, que narra la vida excesos, violencia e incertidumbre de un grupo de amigos, adictos a la heroína en Edimburgo. Boyle concretaría lo que parecería imposible con esta adaptación, logrando combinar con naturalidad pasajes introspectivos con secuencias alucinantes, en una narrativa que entra y sale de la realidad con facilidad para meternos en la mente de Mark Renton y su búsqueda de un sentido para la vida, más allá de un deber ser. El resultado fue un fenómeno parecido al de Tarantino, con su ingenio narrativo diversas escenas se convirtieron en referencias culturales con el tiempo (correr al ritmo de “Lust for Life” de Iggy Pop, ya no sería lo mismo), y la trasgresión cinematográfica se convertiría en nuestro pan de todos los días.

Después del fenómeno de Pulp Fiction y Trainspotting el cine indie se convirtió en la norma, con los estudios adaptándose mientras evitaban cometer el mismo error que en los setenta; el cine independiente le dio nuevo oxígeno a una industria que cada cierto tiempo se ahoga en su propia mercadotecnia y que, como ahora, se encontraba en un impasse de fórmulas comerciales abyectas, pero ese cambio tampoco hubiera sucedido sin una generación de cineastas cínicos e inconformes con la realidad que se les ofrecía y con una necesidad de libertad genuina. +

“Mark Renton”

Cartel de Trainspotting