Necesitamos hablar de la realidad

¿Qué es la realidad? No. Tampoco esbozaremos la “verdad última” sobre la realidad en estas líneas; si así lo intentáramos tendrían que preguntarse entonces, ¿qué es la verdad? Y, sobre todo, al presentarse múltiples caminos, ¿cuál y por qué ésa sería la verdad?

Infinidad de escritores, filósofos y sociólogos se han cuestionado sobre la realidad. De hecho, este tema es tan cotidiano como la acción de ir a ver una película. Asimismo, el cine es otro medio por el que se ha tratado el confuso tema ya mencionado: Dark City, eXistenZ o Matrix son títulos que probablemente les digan algo.

El tema, a pesar del éxito que ha tenido en taquillas y librerías últimamente, no es nuevo; desde la época presocrática comenzó a dar sus primero pasos. Platón, discípulo de Sócrates, fue uno de los primeros filósofos en abordarlo y, quizá, su mito de la caverna sea de los más conocido: lo que vemos, lo que percibimos son meras proyecciones, sombras de lo real; el reto es acceder a la dimensión de lo verdadero.

Philip K. Dick (Estados Unidos, 1928 – 1982), un escritor más contemporáneo, fue otro preocupado con el tema. Sin embargo, él mismo se consideraba, antes que novelista, como un filósofo que ficcionalizaba. La ciencia ficción era sólo un pretexto para poder hablar de la condición humana y sus obsesiones, así como de la falsedad en la que vivimos. Esta última idea se desencadenó en 1974, cuando el autor regresaba de una visita al odontólogo. Su encuentro con una mujer que le llevaba medicamento dio origen a una revelación que le mostró los límites de nuestra engañosa realidad. De ahí en adelante, el autor de ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? denunció nuestra existencia bajo un régimen dominado por máquinas, donde las alteraciones de nuestro presente se dan en forma de déjà vu: nuestra realidad es un programa de computadora. Esto que expuso Philip K. Dick en una conferencia es la base que sustenta la famosa película de las hermanas Wachowski.

Finalicen esta nota. Salgan de sus casas, estudios u oficinas; dejen al lado el celular o la Tablet. Miren a su alrededor y pregúntense si ¿todo lo que percibimos, lo que vemos, oímos y sentimos es real? Pregúntenselo una segunda vez y, aunque no haya cambios, no confíen en nadie, ni siquiera en sus sentidos (ni pensamientos).

R. R. F.

MasCultura 04-oct-16