Sangre en las letras
La literatura no necesariamente nos hace mejores personas. Puede generar un cambio en nosotros o en la sociedad, pero no uno forzosamente bueno. Los siguientes casos son un claro ejemplo de lo que aquí decimos, pero júzguenlo ustedes mismos, sólo no sigan sus pasos, porque estos escritores no terminaron muy bien que digamos.
Krystian Bala (1974), escritor y fotógrafo polaco.
Existen coincidencias en la vida que nos pueden ayudar o, al contrario, nos perjudican de una manera drástica en nuestra historia. En 2007, Krystian Bala fue condenado a 25 años por planificar y llevar acabo el asesinato de Dariusz Janiszewski, propietario de una agencia de publicidad, en Wroclaw. En 2000 apareció el cadáver de Dariusz Janiszewski flotando en el río Oder. Dicho caso se resolvió años después por investigaciones de la policía al encontrar similitudes con un crimen idéntico en su primera novela Amok (2003). La policía investigó al autor y lograron demostrar que él había sido el asesino. Krystian Bala sigue asegurando que es inocente.
William S. Burroughs (1914) escritor.
Ahora la Ciudad de México tiene una historia más que contar en su anecdotario de la Colonia Roma, mientras vemos a nuevas generaciones acercarse a la generación Beat. En la segunda visita que hiciera Patti Smith a la Ciudad, pidió que se le llevara al edificio art decó con el número #122 en la Avenida Monterrey de la Colonia Roma, lugar donde nuestro querido William S. Burroughs asesinó a su esposa, Joan Vollmer Adams. Burroughs terminó en la prisión más cruel del país, El Palacio Negro de “Lecumberri”. Años después, en los setentas, bandas como Throbbing Gristle o Laurie Anderson lo invitarían a ser parte de sus proyectos musicales o él mismo tendría la influencia del misticismo de la MagicK.
Hans Fallada (1893) escritor.
Alemania vio nacer a un escritor joven que se divertía por la ciudad con cierta peculiaridad. En el periodo donde aprendemos a hacer más tonterías –la juventud– Hans Fallada acordó con Hanns Dietrich von Necker ejecutar un duelo suicida doble: como promesa del oeste entre balas y letras. Corría el año de 1911 y, una vez consumado el juego, Fallada sobrevivió pero Hanns no, así que fue arrestado e ingresado en un hospital psiquiátrico, tiempo después fue liberado al no poder ser culpado de asesinato. Durante su vida tuvo problemas con el alcohol y las drogas. Le gustaba cometer pequeñas estafas y desfalcos para poder financiar sus vicios. En 1944 fue arrestado por intento de asesinato, ya que disparó un arma durante una riña con su ex-mujer. Regresó al psiquiátrico y conoció a una mujer más joven que él, con problemas similares a los suyos; la similitud era tal que se casaron y, casi podríamos asegurarlo, vivieron felices para siempre.
Horacio Quiroga (1879) escritor.
Si se va a hablar de escritores y muerte, Horacio Quiroga no puede quedar fuera de la lista. El escritor rioplatense estuvo rodeado de sucesos trágicos, pero el que se relaciona con esta lista es el accidente que tuvo una ocasión que quiso ayudar a su amigo Federico Ferrando. Ambos jóvenes y escritores luchaban por publicar sus primeros textos. Federico tuvo un mal sabor de boca al recibir críticas negativas de un periodista. Decidido a batirse en duelo, y Quiroga aceptó ayudarle. Sin embargo, cuando Horacio se encontraba revisando el arma que se usaría en el duelo, se escapó un tiro que dio directamente en la boca de Federico. Algunos dicen que murió instantáneamente, otros que, agonizando y en los brazos de Quiroga, con la mirada lo exculpó. Así haya sido un accidente, el asesinato de Federico fue otra más de las heridas de Horacio Quiroga.
Jack Unterweger (1950) escritor.
Jack Unterweger fue encarcelado en 1974 por el asesinato de varias mujeres, todas ellas, prostitutas. A todas las mató estrangulándolas con su cinturón. No obstante era lector voraz y durante su estancia en prisión comenzó a escribir poemas y obras de teatro, y una de ellas, titulada La comedia infernal, la cual fue muy exitosa. Por tal motivo, un grupo de intelectuales austríacos escribió un manifiesto pidiendo la libertad de Unterweger, al que se consideraba rehabilitado gracias a su labor literaria. En 1992 el asesino fue finalmente indultado. Unterweger cobró una enorme notoriedad en medios y en círculos del campo cultural. En 1993, una revista estadounidense le contrató para que viajara a Los Ángeles para escribir un artículo sobre otro asesino de prostitutas que actuaba en aquella ciudad. Unterweger se trasladó a L. A., escribió el artículo y aprovechó su estancia para matar a otras mujeres. En 1994 fue nuevamente detenido y condenado a cadena perpetua sin posibilidad de revisión; Unterweger se suicidó el mismo día en que conoció la sentencia ahorcándose con su propio cinturón.
MasCultura 21-jul-16