Cuento: "Un lunes cualquiera" de Armando Alanís

Cosa de adaptarse a su nueva situación. No sería tan difícil. Se dio un buen baño —no encontró dificultades para pasar el jabón por su cuerpo ni para aplicar el shampoo en sus cabellos crespos—, se secó vigorosamente con la toalla, y atravesando a grandes zancadas el cuarto, donde la cama aún estaba sin tender, se dirigió desnudo a la sala-comedor.

Sólo hasta que se sirvió un plato de cereal con leche reflexionó con serenidad que de ahora en adelante podría hacer exactamente lo que quisiera.

Era curioso, pero tenía ganas de ir a la oficina, al revés de lo que le sucedía otros lunes en que la sola perspectiva de convivir durante ocho horas con compañeros de trabajo cuya conversación más interesante se centraba en el partido del domingo, y con secretarias que se la pasaban frente al monitor capturando documentos o hablando por teléfono con el novio, lo paralizaba. Ahora podría mirarlos sin atender a su propio trabajo, y eso le parecía interesante.

Para salir a la calle era necesario disfrazarse. Una suerte que esos días de mediados de enero fueran tan fríos. Se vistió con el traje habitual, se puso una de las tres corbatas que le gustaba alternar, y luego buscó en los cajones, hasta encontrarla, la bufanda de lana que le tejiera su madre. Se enredó la bufanda de modo que le cubriera no sólo el cuello sino también el rostro, y se embutió en la cabeza el sombrero de paja que había comprado en aquel viaje que hizo a Acapulco, hacía ya un buen número de años. Entonces se miró al espejo. Su aspecto era un tanto extraño, pero si caminaba aprisa por la calle nadie se fijaría demasiado en él.

Fue entonces cuando pensó en lo sucedido esa mañana.

De: Armando Alanís

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MasCultura 29-mar-16