Columna Jóvenes: "A luchar por la justicia"
Cuando tenía diecisiete años, un pelafustán me dio una nalgada en el andén del metro. Mi reacción inmediata, sorpresiva incluso para mí, fue que le agarré la mano y se la torcí hasta dejarlo de rodillas. Grité hasta que al fin llegó un policía y le dejé al fulano.
Yo me fui porque tenía que llegar a casa antes de cierta hora y ya no supe qué pasó con ellos, pero me quedó tanto enojo que me puse a hacer un cómic sobre una antiheroína caníbal que acababa con acosadores y abusadores. Prima de Spider-Man, mi personaja se hacía de poderes cuando la mordía una piraña radiactiva en el acuario de la Torre Latino. Se llamaba La Piraña Humaña (sí, con ñ para que rimara).
Por desgracia, mi cómic no prosperó por varias razones, pero la más importante fue que no sabía dibujar. Como ya habrán notado, mi superantiheroína era un poco un clon y una parodia, pero quién sabe a dónde habríamos llegado de haber tenido a la mano Cómo dibujar, de Terry Moore (Norma Editorial), un manual padrísimo de un novelista gráfico especializado en dibujar personajes femeninos creíbles y chidos. No crean que este libro es el típico instructivo que te da algunas estrategias de cómo se hace una cara, qué proporción debe tener con el cuerpo y qué expresiones básicas se pueden dibujar. Por el contrario, es una obra muy completa, que, según me cuentan los que saben, ayuda tanto a los principiantes como a los dibujantes ya hechos y derechos.
Por cierto, si tienen chance, acérquense a las novelas gráficas de Moore. Mi favorita es Extraños en el paraíso, publicada en siete tomos también por la editorial Norma. Sé que es difícil de conseguir, pero vale muchísimo la pena. En particular adoro a una de sus protagonistas, una chica rebelde, explosiva pero muy, muy simpática que se llama Katchoo, y que tendría que haber sido prima hermana de la Piraña Humaña. Pero la vida es injusta y la Piraña Humaña nunca vio la luz. Quizá es mejor así. Tal vez algún día me anime a tomar clases de dibujo, pero mientras me conformo (y muy a gusto) con ser lectora de estas historias. Entre ellas, mis favoritas son las que tienen héroes inusuales, de algún modo vulnerables o conflictuados. Digamos que me es más fácil identificarme con ellos que con Batman y sus millones de dólares o con Superman y sus millones de poderes.
Si ustedes comparten este gusto o les da curiosidad, les recomiendo muchísimo la serie El libro de los héroes (Oceano), de Antonio Malpica (casualmente, vecino de página de esta columna, así que seguro ya lo conocen). Yo he leído hasta el momento dos de los cuatro libros publicados (van a ser cinco): Siete esqueletos decapitados y Nocturno Belfegor; y estoy entradísima con el tercero (El llamado de la estirpe). El protagonista de la serie, Sergio, es un adolescente que se ve arrastrado a aventuras paranormales en las que debe enfrentar a demonios y otros seres horrendos. ¿Misterio y espantos? ¡De ahí soy, por supuesto! En el primer libro, por ejemplo, Sergio tiene que ayudar a la policía a atrapar a un asesino serial de niños de secundaria. La historia sería típica (policía, crímenes, sospechas y pistas) de no ser porque se entrevera con el hecho de que Sergio descubre que tiene un don especial y, con éste, una tarea: ayudar a un héroe a luchar contra seres sobrenaturales. El hecho de que la función del protagonista no sea la del héroe sino la de su facilitador me pareció de lo más sorpresivo. Y me gustó tanto que me seguí con la serie (ya les contaré cuando los termine todos).
Hablando de los vecinos de páginas en esta revista, les voy a recomendar a otro: Bernardo Fernández, Bef, con su novela Bajo la máscara (Almadía). Me encanta que los protagonistas de esta historia, aunque son superhéroes, también son adolescentes con los problemas típicos de la edad y que sus poderes no son suficientes a la hora de acercarse a una chica guapa o tener que pasar año. Y las ilustraciones de Patricio Betteo están excelentes. Todo junto nos da un libro divertido y emocionante, muy disfrutable (y con algunas referencias al cómic y la literatura fantástica mexicana, así que échenle un ojo cuidadoso, a ver qué cameo descubren). Por cierto: si alguien les dice que los cómics o que los superhéroes son para chavitos nerds (y no para chavitas, personas maduras y gente cool de cualquier edad y género), ustedes no hagan caso: mientras siga habiendo injusticias, los vamos a seguir necesitando. Todos. Ah, y si un día ven a un patán molestando a una adolescente, no se hagan a un lado: a lo mejor es su oportunidad de ser héroes y hasta terminan de protagonistas de un cómic.
Por Raquel Castro
MasCultura 11-sep-16