Artículo: "Cambio climático: malas políticas"

La codiciada figurilla del Óscar por fin, tras años de expectativas, llegó al actor Leonardo DiCaprio; durante algunos minutos tuvo todos, o casi todos, los ojos del mundo, por lo menos del mundo occidental; quizá irrepetible oportunidad que aprovechó para enfatizar un tema que ya todos conocemos, salvo algunos escépticos que se rehúsan a ver la cada vez más crítica situación ambiental por la que nuestro planeta atraviesa.

Sin profundizar en la seriedad del cambio climático, Leo, para los amigos, bajó del estrado con el premio que había perseguido durante mucho tiempo.

Algo del breve discurso del actor podríamos tener en cuenta, esas pocas líneas cuando habla de “apoyar a líderes alrededor del mundo que no hablen por las corporaciones que contaminan nuestro planeta”. Sin ahondar en la discusión sobre el apoyo a líderes —¿quiénes podrían figurar?— esta declaración nos lleva por un camino sinuoso y hasta espinoso como el que la niña que dio origen al cuento de la caperucita tiene que cruzar: los caminos torcidos de la política.

En Por qué la austeridad mata, David Stuckler y Sanjay Basu concluyen que en muchas ocasiones es una decisión política la que incide directamente en la salud de la sociedad; ¿no creen que sucede de igual forma con nuestro medio ambiente? Sí, la sobrepoblación y el aumento de vehículos particulares agravan la deplorable situación climática, pero son las políticas ambientales, el descuido del transporte público y la complacencia para con industrias y fábricas que vierten toneladas de desperdicios y contaminantes al suelo, al aire y al agua los que encabezan la lista de factores que dañan el medio ambiente. Estos casos pasan a no ser debidamente regulados, a veces hasta invisibilizados, por meros intereses de quienes tergiversan los datos. Como Thomas Sowell dice en su libro Economía, verdades y mentiras: “Las falacias abundan en normativas económicas que afectan todos los ámbitos, desde la vivienda hasta el comercio internacional”. Y es que estas decisiones disfrazadas de palabras bonitas atraviesan desde nuestra mesa y la ropa que usamos, hasta la forma en la que nos relacionamos con el entorno, los espacios y nosotros mismos: la ropa, los alimentos, el transporte, la construcción de carreteras, ciudades, aeropuertos en detrimento de las comunidades y el ecosistema que ahí se encuentran. Nuestra cultura y forma de vida se ha construido en torno a ideas que no siempre se tienen en cuenta las repercusiones sociales, ni mucho menos ambientales.

Hace algunos años tuve la fortuna de ver, durante algún invierno, al Popocatépetl e Iztaccíhuatl cubiertos de nieve. Hoy en día es menos frecuente, salvo los días que desciende la temperatura, acompañada de fuertes vientos en días que se supone debería hacer calor. En el documental Chasing ice se registra cómo el cambio climático afecta nuestro cada vez más desgasto planeta. Catástrofes naturales que se repiten con mayor frecuencia, que se vuelven usuales no pueden sernos indiferentes; éstas deben ser entendidas más bien como llamados de emergencia.

Por Rolando Ramiro Vázquez Mendoza @LordNoa

MasCultura 26-may-16