El escritor Alberto Manguel dice que no reaccionó como debía ante la dictadura argentina

El escritor argentino Alberto Manguel recorre en un libro su increíble vida, que lo ha llevado a residir en varios continentes, y, aunque defiende la necesidad de "no quedarse callado frente a las injusticias", siente una cierta culpabilidad por su falta de reacción ante la dictadura argentina.

"Yo no reaccioné como hubiese debido ante la dictadura, como sí hicieron tantos otros que fueron torturados, asesinados y obligados al exilio. Yo fui sólo un turista en el infierno", decía hoy Manguel en una entrevista con Efe con motivo del libro "Conversaciones con un amigo", publicado en España por Páginas de Espuma en coedición con el sello argentino "La Compañía".

Esta obra, que saldrá también en México, contiene una serie de conversaciones con su editor francés, Claude Rouquet, en las que Manguel habla de su pasión por los libros, cuenta cómo ha logrado reunir su gran biblioteca, de casi 40.000 volúmenes, en Mondion (Francia), la localidad donde reside desde hace once años, y reflexiona sobre política y literatura.

Este escritor, traductor, editor y antólogo, uno de los mayores expertos mundiales en la lectura, tuvo sus razones para comportarse como lo hizo en la dictadura argentina, y eso hace que ahora se tome "mucho más tiempo antes de juzgar a los que no actúan en otras circunstancias", afirmó hoy.

Ha vivido en Israel, Argentina, en varios países de Europa, en Tahití y en Canadá, y ese constante cambio de residencia le ha hecho no creer en fronteras y rechazar los nacionalismos exacerbados.

"No creo en fronteras de ningún tipo, ni dogmáticas ni políticas ni literarias", aseguró el autor de "Una historia de la lectura", "La biblioteca de noche" o "Noticias del extranjero", entre otras obras.

La infancia de Manguel (Buenos Aires, 1948) fue "bastante extraña", reconoce el escritor. Su padre fue nombrado embajador de Argentina en el recién creado Estado de Israel y delegó la educación del niño en una niñera checa de familia judía alemana, llamada Ellin Slonitz, que hizo de "padre y madre" para el pequeño.

Ellin le hablaba en inglés y en alemán, le despertó el interés por la literatura y le enseñó también geografía, historia, matemáticas…

Los padres de Manguel hablaban español y algo de francés y durante los siete años que duró la estancia en Israel no intercambiaron palabra con su hijo ni tampoco lo harían luego con los otros dos hermanos que nacieron en aquel país y de cuya educación se encargó una gobernanta suiza que "pegaba horriblemente" a uno de los niños (de eso Manguel se enteraría de adulto) y que mimaba al otro.

Manguel se encontraba de vez en cuando con sus padres (la casa era inmensa) y les decía: "buenos días, señor; buenos días, señora". A sus hermanos apenas los veía. Jugaba con ellos "a veces, pero como se hace con los amigos", y se entendían en inglés.

Con el tiempo, su madre nunca pudo explicarle por qué no les enseñaron a los niños el castellano, una lengua que el escritor aprendería a partir de los siete años, cuando la familia regresó a Argentina. Fue entonces cuando empezó a tener una cierta relación con sus padres.

A pesar de todo, el escritor aseguraba hoy que su infancia fue "muy feliz". "Podía hacer lo que yo quería y recibí una educación maravillosa. Tuve a una persona que hacía de padre y madre, que estaba conmigo 24 horas al día y que no tenía otra vida. Ahora veo esto último como algo muy cruel, pero, cuando niño, todo aquello fue extraordinario".

Manguel tiene dos hijas y un hijo y va a ser abuelo "muy pronto". El escritor no entiende "el comportamiento" de sus padres. No concibe "tener un hijo y estar separado de él durante siete años". Necesita saber qué hacen sus hijos y habla con ellos "casi todos los días".

Cuando fue creciendo, y tras esa experiencia enriquecedora de trabajar a los quince años como lector para Borges, que se había quedado ciego a principios de los 50, Manguel empezó a cambiar de país como quien cambia de camisa, dedicándose siempre a trabajos relacionados con los libros, su pasión desde niño.

A Canadá le debe su carrera literaria y admira el civismo de sus ciudadanos. Le encanta tener la nacionalidad canadiense, aunque en muchas zonas del mundo sigan diciendo de él que es un "escritor argentino".

En "Conversaciones con un amigo" Manguel critica con dureza cierto tipo de arte contemporáneo, "que son simples estafas contra las que no se alza ninguna voz", y rechaza con rotundidad "la mala literatura deliberada, al estilo de Paulo Coelho, Ángeles Mastretta o Michel Houellebecq".

Madrid, 15 abr (EFE)