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Sombras del cine negro

La historia del cine negro es apasionante. Heredó lo mejor del expresionismo alemán y representa la entrada de personajes que finalmente dejan de ser maniqueos. Los gánsteres dejan de ser asaltabancos despiadados y se les da un enfoque más redondo para convertirse en hombres como “Robin Hood”. Los policías son desprovistos de su disfraz de justicieros y se les muestra como seres humanos que sobreviven entre balas y traficantes de alcohol. Los gánsteres tienen un lado luminoso y otro extremadamente violento; los policías son los encargados de mantener el orden pero no son incorruptibles. Una delicia.

Los ejemplos llueven entre películas clásicas y otras que heredan simples características del cine negro. En Casablanca (1942), por ejemplo, no hay legalidad vs mafia, pero en sus sombras y la dureza-blanda de su protagonista (Humphey Bogart amargado y castigado de amor) se recrea lo mejor de los ambientes y estética noir: humo, un centro nocturno, corrupción, decadencia. Otra es Blade Runner (1982), que toma mucho de la expresionista Metrópolis para luego hundir a la ciudad en una persecución policiaca tan punk y tan posmoderna que aún no la creemos.

Más allá de su periodo histórico (fines de los 20, mediados de los 30) la estela del cine negro es enorme y los nombres clásicos son los primeros en aparecer. Esos títulos los da Google en automático, por lo que me limitaré a un par de favoritos personales. Caracortada (1932). Olviden al cubano de Mariel (bueno, mejor no, el Caracortada ochentero de Brian de Palma tiene muchísima onda). Centrémonos en época y circunstancia: la historia del inmigrante italiano que se hace rey de Chicago traficando alcohol estaba más cerca del documental que de la ficción. Al Capone seguramente se recreó viendo esta violenta y oscurísima historia basada en su historia. Dirige nada menos que Howard Hawks, que después entregaría otro clásico inolvidable para el cine de detectives (evolución natural del cine de gánsteres vs policías), El gran sueño (1946) o The Big Sleep, una surrealista y no menos oscura adaptación de la enredada novela de Raymond Chandler, una de las fuentes más activas de historias para el género, al que vemos aquí con todos sus ingredientes: el detective hard boiled (Humphrey Bogart), el asesinato inexplicable, la retorcida psicología de los personajes, gran dosis onírica y, por supuesto, la femme fatale (Lauren Bacall) que controla todo, incluido al pobre detective.
En México nada de eso pasó desapercibido y el género policiaco ha tenido ejemplos muy dignos.

Está primero la inolvidable Gángsters contra Charros (1948), de Juan Orol, un prodigio de imaginación con lo mínimamente indispensable para ser clasificada dentro del film noir tropical (Orol no perdonaba las palmeras), y que empata con otra apuesta del cubano-mexicano ese mismo año: El reino de los gángsters. La favorita es la primera, una mezcla entre Romeo y Julieta, Caracortada y la comedia ranchera que simplemente no tiene desperdicio.
Sin estar enmarcada dentro del cine negro mexicano, Ensayo de un crimen (1955), de Luis Buñuel, se queda con lo mejor de él: la desbocada psicología de un personaje hipnotizado por su capacidad-deseo-incapacidad de asesinar, el aroma erótico ligado a la muerte, su urbanismo y, claro, la negra anécdota que vincula al suicidio de Miroslava Stern con la de su personaje en la cinta (una femme fatale particular) y, por supuesto, el hecho de que la actriz pidiera ser incinerada en su carta póstuma, como incinerado es el maniquí que la representa en la historia de Buñuel. Más recientemente, México tiene reinterpretaciones muy válidas.

La indispensable Llámenme Mike (1979) de Alfredo Gurrola y su detective ahogado en la ciudad y que sólo compra productos con nombre en inglés; Bala mordida (2009) y su recreación del famoso “el enemigo trabaja con nosotros”; y una que debe llegar pronto a pantallas, Borrar de la memoria (2010), escrita nada menos que por un experto en el género detectivesco, el también crítico de cine Rafael Aviña. La dirige, para mayores señas, el mismo Gurrola que creó al mítico Mike setentero y su ética noir para resistirse a Sasha Montenegro. Afortunadamente las sombras del cine negro llegan muy lejos.

TBT. Revista Lee+, año 3, numero 30, octubre 2011.

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