Ojos que no ven, libros que también lee Borges
¡No adivina lo que me enteré!
Me rindo.
¡Vamos! Es para que aventure alguna respuesta.
Ahórrenos mejor el tiempo.
Qué aguafiestas es usted.
La primera de mis cualidades.
¡La cosa es que nos pusieron en una lista de las mejores 50 tabernas del distrito!
Querrá decir la ciudad de México.
Da lo mismo, papeleos innecesario. Ellos no nos quisieron ahorra el tiempo que yo sí le concedo a usted.
Felicidades, supongo. Y ¿en qué lugar quedó?
El veintinueve.
Bueno, quizá pronto alcance un mejor lugar.
Tengo esperanza. En el nombre, mi Taberna lleva la penitencia.
No se confíe, no vaya a ser lo contrario. Imagínese usted. Como a Jorge Luis Borges cuando lo nombraron Director de la Biblioteca Nacional en un momento en el que su ceguera se agravaba rápidamente. Recuerdo que cuando me lo hizo saber hizo una mueca que, hasta la fecha, desconozco si fue de risa o un llanto ahogado.
Pobre hombre.
Pobre Borges. Él consideraba el paraíso, el Universo, en forma de Biblioteca y cuando logró acceder a ella, le negaron la posibilidad de profundizar en sus palabras. Pero que nadie rebaje a lágrima o reproche esa declaración de la maestría de Dios, que con magnífica ironía le dio a la vez los libros y la noche. Por eso, mi estimado Tony, no tenga seguridad en exceso. Además, veintinueve es un excelente número. Mejor preocúpese por mantenerlo y, cuando tenga las condiciones necesarias, comience el acenso.
Si me preocupo por eso, me desbancarán los que van detrás de mí. Mejor me enfoco en vencer a los que van enfrente.
Qué obsesión por competir.
Así es la vida.
Pues qué desgastante vida. Vea usted, por ejemplo, todos aquellos que compiten por algún premio literario. ¿Cuántas carreras no destruirán los jueces? Recientemente anunciaron uno muy importante y resultó ganador un escritor argentino. No lo he leído, pero no dudo que sea bueno, así como tampoco dudo que, de entre los finalistas, también se encontraran buenos escritores, incluso, dentro de los más de setecientos manuscritos que enviaron al certamen. También en el Nobel. A Borges jamás se lo concedieron, a infinidad de escritores que lo merecían solamente, y cada año, los mantienen en una extenuante espera. ¿Así espera pasar usted el resto de sus días?
Estoy preparado para ello. Tengo todo lo necesario.
Pero uno nunca tiene suficiente. Y mire que sé de lo que hablo, por ejemplo, esta copa de vino ya no está suficientemente llena, así que mejor páseme la botella entera. Celebremos su lugar veintinueve. El siguiente año quién sabe si tengamos algún motivo.
Por: R. R. Fullton
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MasCultura 05-abr-16