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Recordando al escritor mexicano, Sergio Pitol

Sergio Pitol nació en Puebla, México, el 18 de marzo de 1933. Desde muy pequeño llegó a vivir al estado de Veracruz, quedando huérfano a muy corta edad. Su amor por los libros se fue desarrollando de manera casi involuntaria, pues éstos se convirtieron en la más leal compañía en sus momentos de mala salud derivada del paludismo que lo aquejó en la infancia. Estudió en la ciudad de México y se tituló en derecho en la UNAM. La vida de diplomático lo hizo alejarse del país y vivir en distintos lugares en el extranjero desde la década de los 60.

Su carrera como escritor comenzó en su juventud, pero fue hasta los 25 años de edad que por primera vez publicó algunos cuentos en una revista. Tuvo una carrera literaria muy prolífica que incluye famosas obras como el Tríptico del Carnaval” formado por Domar a la divina garza (1989), El desfile del amor (1984, ganadora del Premio Herralde de Novela) y La vida conyugal (1991), y su “Trilogía de la memoria”, compuesta por El arte de la fuga (1996), El viaje (2001) y El mago de Viena (2005). Además, tradujo al español del inglés, polaco, ruso, húngaro, italiano e incluso del chino, decenas de libros entre los que destacan aquellos de autores como Henry James, Vladimir Nabokov, Antón Chéjov, Jane Austen, Witold Gombrowicz, Malcolm Lowry y Joseph Conrad.

Su trabajo en el mundo de las letras le valió galardones como el Premio Xavier Villaurrutia (1981), el Premio Nacional de Literatura (1983), el Premio Juan Rulfo (1999), el Premio Nacional de Ciencias y Artes en el área de Lingüística y Literatura (1993), el Premio Miguel de Cervantes (2005) y el Premio Internacional Alfonso Reyes (2015).

Desde 1993 se estableció de manera permanente en la ciudad de Xalapa, Veracruz. En el 2009 fue diagnosticado con afasia primaria progresiva no fluente, padecimiento que deterioró notablemente su salud y que lo alejó de la vida pública durante los últimos años. Fue esta enfermedad la causante de su deceso la mañana del 12 de abril a los 85 años, dejando un vacío que afortunadamente siempre podrá llenarse con sus obras, sus enseñanzas y su huella imborrable en el mundo de las letras.