El enigma y peligro que hay detrás de “Las Chicas”

Emma Cline nunca imaginó el éxito apabullante que tendría este 2016. Ella perfiló en Evie -la protagonista de su novela- un proceso mental que, engañada por sus propios deseos, se metió al mismísimo infierno.

Desde que era niña, Cline oyó hablar a sus padres sobre Charles Manson y los asesinatos perpetuados por él. Cuenta que mientras leía sobre los asesinatos, descubrió la historia de una niña de 14 años a la que recogieron en la puerta de un colegio. Fue en ese momento de inconsciencia en el que ella empezó a escribir sobre Evie , tomando como punto de partida lo que pasó aquel mes de agosto de 1969 para fabular su novela y centrándose en aquellas señoritas que cometieron el crimen atroz, dibujándolas con muchísimo pulso y creando ambientes de manera fenomenal.

Las chicas  es la historia de dicha niña de 14 años que, después de tener un encontronazo con su mejor amiga y quedar completamente al margen de la vida de sus padres divorciados, tratando, cada uno, de abrirse camino, queda perdidamente deslumbrada de Suzanne, una de las chicas que viven en un Rancho, junto a Russell, un tipo francamente popular y aparentemente no peligroso, decide empezar a pasar tanto tiempo como le sea posible con ellos y el resto de las chicas de la Familia  sin imaginar en que acabaría en la cárcel por cometer un macabro asesinato.

“Viví toda aquella noche como si fuese algo predestinado, conmigo en el centro de una historia singular. Pero Russell me había hecho pasar por una sucesión de pruebas rituales. Perfeccionadas a lo largo de los años que había trabajado para una organización religiosa cerca de Ukiah, un centro en el que repartían comida y buscaban techo y trabajo. Atrayendo a chicas delgadas, agobiadas, con la licenciatura a medias y padres descuidados, chicas que tenían jefes horribles y soñaban con operarse la nariz. Su alimento básico. El tiempo que había pasado en el puesto de avanzada del centro de San Francisco, en la antigua estación de bomberos. Reuniendo seguidores. Para entonces era ya un experto en la tristeza femenina: una caída particular de los hombros, un sarpullido nervioso, una cadencia servil al terminar las frases, las pestañas mojadas de haber llorado. Russell me hizo lo mismo que a aquellas chicas. Pequeñas pruebas, primero. Un roce en la espalda, una presión en la mano. Pequeñas maneras de romper barreras. Y qué rápido se había lanzado y se había bajadfo los pantalones hasta las rodillas. Una acción, pensé, calibrada para consolar a las chicas jóvenes, que se alegraban de que, al menos, eso no fuera sexo. Que podían dejarse la ropa puesta todo el tiempo, como si no estuviera pasando nada fuera de lo corriente.

Pero tal vez lo más extraño: a mi también me gustó.”

Las Chicas / Emma Cline / Anagrama

MasCultura 27-dic-2016