LA DIMENSIÓN DESCONOCIDA (Twilight Zone) en Gandhi

Super 8 es entre muchas otras cosas una cinta que comienza a generar polémica. Por un lado estamos quienes apreciamos la manera en que está filmada: al más puro estilo, y podría decir que con estructuras similares, del cine de los ochenta. Por el otro, quienes la desprecian justo por eso, no me quedaré con las ganas de decirlo, en un arranque hambriento de acción sin sustancia, como la que entregan las películas de superhéroes tan características de esta primera década del siglo XXI. Fuera de esa discusión, la película es también el cruce afortunado de los talentos cinematográficos y de la mejor televisión de Estados Unidos, un cruce que ahora se antojaba necesario (la crisis de historias en Hollywood es profunda). El asunto es que no se trata de la primera vez que ese cruce trae productos tan afortunados.

En 1983, una cuarteta de directores le entraba al toro con un proyecto que parecería no tener riesgos pero que en realidad podría tenerlos todos. Trasladar al cine y en cuatro capítulos, las historias más famosas de una vieja serie de televisión conocida como The Twilight Zone o La dimensión desconocida. Los nombres de los directores dimensionan el tamaño del proyecto: Steven Spielberg (que recién había entregado E.T. el extraterrestre); Joe Dante (que al año siguiente terminaría Los Gremlins); John Landis (que en 1981 había filmado Un hombre lobo americano en Londres); y George Miller (el director de Mad Max, el guerrero de la carretera).

Si gracias a una película como Super 8 tenemos a un medio nutrido por el otro, con La dimensión desconocida ocurría lo mismo, con la ventaja de que los capítulos que presentaba estaban prácticamente probados como exitosos. Y sin embargo, el juego de contarlos de nuevo, de utilizar nuevas herramientas, de aprovechar el talento más fresco de los cuatro directores, le dio a la película un tono que ahora se antoja merecedor de un homenaje, justo como el que hace J.J. Abrams al cine de esa época en Super 8.

Si ello no fuera suficiente, hay que agregar que entre los capítulos adaptados en La dimensión desconocida se encuentra el que recrea uno de los cuentos más famosos pero (quizá) menos leídos de Richard Matheson, Pesadilla a 20,000 pies, una de las historias más escalofriantes, condensadas y certeras que un niño pueda leer para luego ver transformada en una mini película dirigida por George Miller.

Que nadie se queje del cine de los ochenta. Muchos de los directores que hoy fascinan a los adolescentes y a los adictos a los efectos especiales se criaron viendo esas películas. La dimensión desconocida es uno de los ejemplos de que hacer cine y divertirse haciendo cine deberían ser siempre la misma cosa… aunque a veces lo crucemos con la televisión.

Por: Erick Estrada www.cinegarage.com

La dimensión desconocida en Gandhi