El dolor y la belleza

De la inmensa catarata de símiles que emparentan al arte con otras materias, destacan dos muy repetidas: que el arte es la medicina y que es el desastre. Stendhal, en un viaje a Florencia, experimentó el asombro que producen las obras maestras y cayó fulminado, casi desfallecido. Otros tantos, como Sergio Pitol o el mismo Cortázar, sufrieron menos entre las páginas de los libros, arcas de salvación para el diluvio del alma. Theodore Decker, protagonista de la última novela de Donna Tartt, “El jilguero”, vive, para el placer del lector, las dos formas del arte.

La historia, llena de giros bien considerados, comienza así: el joven Decker se ve dueño de una invaluable pintura, obra de Fabritius, uno de los más célebres artistas del renacimiento y alumno de Rembrandt. El cuadro, apenas mayor que un libro común, le causará, a la par, atracción y angustia: es el último lazo que lo une con su madre y la jaula que le impide salir del pasado. En el lienzo ve un hermoso jilguero atado con una cadena. Pareciera un autorretrato de Decker, como si la pintura pudiera contar, desde entonces, todo su pasado y su futuro, porque en esa imagen, como en la certera narración de Tartt, está la historia de un niño que se hace hombre.

Como otras historias de crecimiento, acompañamos a Theodore en su descubrimiento del mundo: conocemos a su primer amor, la rebeldía de su juventud, la gran amistad que forma con un joven ruso, Boris; y el descubrimiento de la muerte. Estas experiencias pronto se acaban. Theo, como le dicen los que lo quieren, descubre que la vida resulta fugaz y muchas veces lo que amamos se termina. Luego sólo queda el recuerdo y la belleza.

La narración de Donna Tartt es siempre amena y transparente. Sabe, como sólo saben los novelistas experimentados, que lo que más necesita una gran novela son las palabras exactas, sin más adornos que los necesarios para hablarnos de la vida. Con gran ternura y bondad deja al lector seguir el curso de la historia, aunque como nos recuerda Boris: “La bondad que encontramos en este mundo nunca es suficiente”.

Cuando se termina de leer “El jilguero” no puede sino pensarse que es una gran historia sobre la pérdida y la forma en que la belleza nos salva de la irremediable tristeza que el vacío nos produce.

– Donna Tartt: “El jilguero”. México, Lumen, 2014, 1143 pp.

Por Jorge Puebla

Mascultura 31-Ago-14