Si es legal, no es grafiti
Hace unos días salió en algunos medios de información la noticia de que alguien había intentado robar un Banksy de un muro de Nueva Orleans. Así es, alguien intentó robarse un muro porque en él había una obra de este reconocido artista del grafiti. Quizá suene increíble, pero no es la primera vez que sucede.
De hecho, varias de sus obras han sido subastadas en mercados de arte en Estados Unidos por miles de dólares, lo cual ha suscitado una serie de discusiones al rededor de lo que significa el arte, y si el grafiti, por ser una expresión ilegal sobre espacios públicos, debería o no ser considerado dentro de éste. Banksy, como otros grafiteros, se han convertido en leyendas del arte urbano, son ejemplo para jóvenes que se inician en el grafiti, pero también son targets (objetivos) de las galerías y subastadores de arte.
La más reciente novela de Arturo Pérez-Reverte, “El francotirador paciente”, trata sobre este mundo y sus diversas perspectivas e ideologías en torno al arte urbano. Su protagonista, Alejandra Varela, mejor conocida como Lex, es contratada por un fuerte grupo editorial para conseguir contacto con un grafitero que ha destacado tanto por sus obras como por los espacios en los que las realiza, algo que parece una serie de protestas que forman parte de un proyecto más grande; por lo que la editorial quiere realizar un catálogo con su obra, así como exposiciones. Este grafitero, de origen madrileño, responde al tag (firma) Sniper (francotirador) y como parte de su firma el punto de la “i” representa el visor de la mira telescópica de un arma.
Lex emprende entonces la tarea de investigar el paradero del tal Sniper, lo que la lleva a entrevistar a otros grafiteros, e incluso a policías, enemigos por naturaleza del arte urbano. Sin embargo, no todo es como pareciera y en un mundo regido por el dinero, más que por los ideales, los enemigos de los que hay que cuidarse tal vez no sean los vigilantes del orden, sino aquellos que están en los museos gestionando las obras de arte.
De este modo, Pérez-Reverte ilustra al lector sobre un mundo urbano y suburbano en el que viven los grafiteros, cómo comienzan algunos chicos en esto, hasta dónde son capaces de llegar y los motivos que los impulsan a expresarse a través de tags, en la mayoría de los casos, hasta expresiones más complejas y críticas de la sociedad. La novela describe este mundo que el lector casi huele, como lo hacen los grafiteros “hueles la pintura fresca que ha dejado otro escritor en la misma pared como si olieras su rastro, y te sientes parte de algo”. Son, finalmente, como el propio Pérez-Reverte, escritores que cuentan historias sobre los muros de las ciudades.
En esta pesquisa, Lex tiene que viajar por Europa, llegando a Italia, donde le han dicho que se encuentra Sniper. Lex sigue el rastro de Sniper por varias ciudades a través de sus contactos, pero también de sus obras, lo que genera en el lector suspenso, quien seguramente se preguntará si ¿encontrará a Sniper?, y si cuando lo encuentre ¿será capaz éste de “venderse” al arte? Él, la leyenda del grafiti.
“El francotirador paciente”, considerada un thriller, da perfectamente para ser llevada al cine. Pérez-Reverte sabe manejar el suspenso, y esto lo demuestra en algunos capítulos, no siendo así toda la novela. La leyenda de Sniper como alguien que se enfrenta a lo establecido –“Yo hago guerrilla urbana”, dice– , lo vuelve uno de esos personajes que están en la frontera entre ser un héroe y convertirse en una marca registrada, el Che de los grafiteros, pensando en el mercado.
Por último, cabe mencionar otro detalle no menos importante, no es la primera vez que México aparece en las novelas de Pérez-Reverte, baste recordar “La Reina del Sur”, una historia sobre narcotráfico que inicia en Culiacán y que, por cierto, se llevó a la televisión. En “El francotirador paciente”, el lector también encontrará algunas referencias de México, principalmente el homenaje que hace Sniper al grabador mexicano Guadalupe Posada añadiendo a sus grafitis, en vez de rostros humanos, calaveras.
Por Perla Holguín
Imagen: Portada de “El francotirador paciente”, de Arturo Pérez-Reverte.
Mascultura 20-Mar-14