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El extraordinario colorido de la cotidianidad

Rescatados de diversos libros publicados entre los años 2000 y 2011, los cuentos que conforman "El fin de la lectura" del argentino Andrés Neuman irradian una densa y extraña preocupación por lo cotidiano, como si ahí se encontrara la savia necesaria para confeccionar textos en los que, más que una historia, se desarrollara alguna intuición o idea capturada al vuelo. Se trata no tanto de cuentos sino de viñetas o pequeñas instantáneas en donde los personajes descubren por azares del destino o por estar simple y llanamente en el tiempo y lugar adecuados algo que los saca de balance y trastoca sutilmente la inercia que define sus vidas comunes y corrientes; algo que hasta ese momento permanecía oculto pero que al ser descubierto se instala irremediablemente en lo más íntimo de su carácter, en su forma de entender a los demás y en su manera de relacionarse con aquello que les rodea. "El fin de la lectura" es, ante todo, un libro de breves escarceos sobre recuerdos y situaciones vividas por seres ordinarios que, no obstante, son capaces de contemplar, aunque sea por un instante, el extraordinario colorido de la cotidianidad.

Neuman no resulta, en ese sentido, un autor demasiado imaginativo pero sí un observador implacable, un escrutador que va sumando a su lista de detalles milagrosos elementos que le pueden servir, y de hecho le sirven, para escribir. Con más paciencia que pericia va detectando lo significativo en un mundo plagado de insignificancias. La realidad más inmediata, signada por hábitos, costumbres y relaciones, se vuelve un gimnasio en el que los escritores pueden ejercitarse todo lo que deseen, haciendo piruetas en el aire o permaneciendo impávidos ante el sutil espectáculo de los ademanes ajenos. La minucia, la iluminación súbita, la ocurrencia, lo anodino y lo soterrado alcanzan en las paginas de "El fin de la lectura" una altura insospechada, mucho más cercana a la pulcritud de la descripción que al artificio de la invención. Con un estilo que por momentos parece ingenuo pero que dista mucho de serlo, Neuman nos demuestra que a la hora de escribir no es necesario supeditarse a los grandes temas sino someterse a los pequeños detalles que señalan una ruptura íntima o existencial, una fisura en la personalidad de quien los advierte y aprovecha. Eso sucede, por ejemplo, en “Anabela y el peñón” en donde un adolescente trata de superar a una experta y bella joven que nada imponente en el mar, o en “El abrigo” en donde una señora descubre en una tienda de segunda mano el abrigo que le regaló a su esposo y lo compra para volvérselo a dar, o en “Madre atrás” en donde un hombre descubre la insignificancia de su vida y la fragilidad de sus convicciones al momento de ingresar a su madre en un hospital, o en el brevísimo monólogo de una mujer horripilantemente bella que despierta sola todas las mañanas.

De esta manera, los personajes que protagonizan los relatos de Andrés Neuman no son nada afectos a la acción y sí mucho al pensamiento. Son seres que hacen poco y sienten demasiado, que se sumergen una y otra vez en sus sentimientos como si quisieran reordenar aquello que los hace ser lo que son. Se trata, en suma, de individuos nada pretenciosos que, sin embargo, no pueden permanecer indiferentes frente a la lógica del día a día, frente al extraordinario colorido de su propia cotidianidad. Para muestra no hay más que leer “Veneno”, en donde un distinguido caballero japonés, adicto a ingerir pez globo, espera pacientemente el momento de su muerte por envenenamiento, o la narración que da título al libro, en donde un grupo de escritores célebres, que aguardan la inauguración de una mesa redonda en la que hablarán de la importancia de la lectura en la época actual, deciden, previo consenso, confesarle al público asistente que desde hace mucho tiempo ya no leen.

Andrés Neuman: "El fin de la lectura". Oaxaca, Almadía, 2013, 148 pp.
 

Por: Lobsang Castañeda

Imagen: Portada del libro "El fin de la lectura".
Mascultura 16-Dic-13