EL LUCHADOR, la sinfonía del perdedor
La sangre se mezcla con el sudor y el resultante es un líquido viscoso con sabor a derrota. Las pupilas se dilatan de dolor y ni el aroma más fresco hará que el tufo a noche amarga se disipe, o por lo menos deje de estar ahí siempre, cuando el sol se pone y hay que quitarse la camisa para subir a pelear. La vida de un luchador es dura, como la lona en que azota la espalda insistentemente, como el cráneo del contrario, que no se raja por más frustración que uno arroje contra él. La vida del luchador es dura como el machete que, en su otro trabajo, ese peleador empuña para deshuesar pescado.
El amor está negado. ¿Quién quiere abrazar a un monstruo de Frankenstein con el cabello decolorado y la sonrisa rota? ¿A quién se le ocurriría sentarse a platicar con un saco de huesos rotos y sueños olvidados? ¿A qué sabe ser vecino de un gigante que no come niños ni tampoco cobra un sueldo humanamente honorable? El amor está negado aunque Sweet Child of Mine sea un himno que anticipe la batalla, aunque los gritos de las chicas abriguen la espalda desnuda del combatiente. La noche amarga además es profunda y fría, sin salida, revuelta en los pasillos enredados que este monstruo tiene que recorrer una y otra vez, como saliendo de toriles a adornar una jornada sanguinolenta.
Y todo se repite a la menor provocación. Todo se repite y se copia a sí mismo. A veces los pasillos llevan al ring, otras tantas a un refrigerador de carnes, de almas, de futuros. La esperanza para salir se llama honor, el honor del peleador, del combatiente, el honor del soldado que sale de avanzada contra el sistema, contra las calles del sistema, contra los hombres del sistema, contra las promesas incumplidas del sistema. El honor del peleador en una misión suicida que es su propia historia.
El luchador es el sobreviviente de todos los sueños rotos, de la pesadilla americana, del tiempo que come esperanzas y mezcla sangre con sudor en un líquido viscoso son sabor a derrota. El luchador es la imagen del hombre que soporta ese sistema, adicto a su propio medio de subsistencia, adicto a su propia lógica, adicto a su sueño, adicto a la superficie que nunca verá por muchas peleas que gane.
Y todavía hay gente que se pregunta por qué Darren Aronofsky filmó esta película.
Por: Erick Estrada www.cinegarage.com
El luchador de Darren Aronofsky en Gandhi
Imagen 1-2: Portada de la película El luchador de Darren Aronofsky.
Mascultura 13-Dic-11