EL CLUB DE LOS ABANDONADOS: la tragedia de vivir
Gisela Leal, la joven autora de El club de los Abandonados, nos muestra un mundo muy parecido –si no es que exactamente igual– al que resulta después de asistir a la mega-fiesta más esperada del año; ese mundo, nuestro espacio de confort, que, al despertar, se cae en miles de pedazos. ¿Les suena conocido? Si no, entonces a Roberto sí.
La novela da inicio cuando el hijo de la familia Abascal-Rigovétz se ve envuelto en las vicisitudes del destino –si es que éste existe–, tras asistir al cumpleaños de su amigo Diego. Imaginen la escena: jóvenes hijos de empresarios que les escurre el dinero por todos lados, litros y litros de alcohol y un rancho nada más para ellos el viernes por la noche. Así es, el resultado es una fiesta como en American Pie, que en vez de ser la mejor a la que Roberto haya asistido, ésta se convierte en su boleto de tren sin regreso con “destino a La Chingada”.
Roberto no es el único en padecer los juegos de La Vida, aquélla que se entretiene lanzándonos problemas, confusiones, dolor, amargura y uno que otro escupitajo. Camilo, otro de los personajes que nos relatan su historia, es un joven excéntrico que, desde antes de nacer, ya se encontraba solo. Hijo, también, de un empresario adinerado que nunca lo quiso y una madre que siempre lo vio con ese amor que sólo ellas conceden, pero no supo canalizar de la mejor forma para hacérselo saber. Un apasionado de la belleza y la pintura, sobre todo de la obra de Andy Warhol, que se dedica a hacerle la vida imposible al esposo de su madre –mejor conocido como su padre o Don Camilo– y a dejarse llevar por una especie de abandono impuesto por él mismo.
Camilo y Roberto, oriundos de Monterrey, compartirán tanto las desgracias de su vida como muchas de sus grandes satisfacciones. Tomarán todo el alcohol que se puedan imaginar, ingerirán cantidades ridículas de caspa del diablo y de cualquier otra droga ofrecida por su dealer, viajarán por Oaxaca, Nueva York, Australia, París, y no será hasta la boda de Cordelia, hermana de Roberto, que la historia tomará un rumbo mucho más empinado hacia el desastre. Conocerán varias de las movidas que La Vida hace en el momento menos esperado; incluso, saludarán de cerca ese lindero entre ella y la muerte.
En este juego de causalidades, narrado también por Semi, primogénito del Todopoderoso, basta el mínimo detalle para desencadenar un sinfín de tragedias; con una mala jugada es suficiente para disparar y potenciar una gran cantidad de posibilidades que esta novela desarrollará hasta sus últimas consecuencias.
El club de los Abandonados es una novela donde transitan diversas historias que tienen el dolor, la desesperación, el olvido, las drogas, el alcohol, el dinero, el adulterio y, por supuesto, lo amargo de la vida como punto en común.
Inevitablemente, todos somos espectadores de las penas ajenas de aquéllos que nos rodean. Cuando nosotros tomamos su lugar y nos vemos desesperados por hallar una solución, es el momento en el que más nos preguntamos por el sentido de la vida. Este dilema es la historia de Roberto y de Camilo, de Malusa y Luciana, las madres, de Fernanda, la guapa novia de Roberto, de Jumex de Mango Tetrapack, de Jorge Betancourt y de los demás personajes que caminan por cada una de las páginas. Así, El club de los Abandonados es, sin duda, frente a problemática pregunta, una más de las respuestas con la que podemos familiarizarnos para rellenar un hoyo negro que jamás logrará completarse.
Por: Rolando R. Vázquez
Imagen: Portada del libro El club de los Abandonados de Gisela Leal.
Mascultura 13-Mar-12