DRÁCULA, el monstruo enamorado
Si en los supermercados se dan la libertad de vender pan de muerto desde el 3 de octubre, en las recomendaciones en dvd bien podemos empezar a hablar de cine de terror para Halloween y Día de Muertos desde el día 12. Si las recomendaciones se refieren además a una película que en cuanto apareció fue considerada por muchos un clásico instantáneo, en realidad no hay mucho que agregar. El Drácula de Francis Ford Coppola, desde casi cualquier punto de vista que se le aborde, merece resucitar como el vampiro recién alimentado.
Después de cientos de adaptaciones y reinvenciones del vampiro más famoso de todos y apenas dos años antes de que una nueva generación naciera a la pantalla (Entrevista con el vampiro representa vampiros tradicionales pero muy bien ubicados en el presente, un aire distinto en el sub-género), un director como Francis Ford Coppola decide irse al clásico de clásicos, Nosferatu, para quitarle la estaca del pecho a su bebedor de sangre y ponerlo a recorrer Europa una vez más.
Si bien se trata de una de las adaptaciones que mejor han utilizado los efectos visuales, es también un regreso al, llamémosle “conservadurismo” vampírico, a la novela del otro inmortal, Bram Stoker, y a los detalles que hacen de ella una narración que provoca sacudidas nerviosas si se le toma de noche y a solas, o de día y acompañado, una enorme novela. Coppola trajo eso de vuelta a la película, la sensación de omnipresencia, del poder ilimitado de quien habita en las sombras, la maldad alejada del demonio pero encarnada en la tradición pagana que la vuelve prácticamente invencible. Lo único que puede derrotarla es algo tan frágil y casi inexistente como el amor.
El otro clásico, el Nosferatu de Murnau, es quien le da a esta versión de Coppola el pretexto para convertirla en un referente obligado en el género de terror. Si bien sus atmósferas y sus sombras independientes, sus rostros deformados y cruces en llamas, su sangre escapando de la boca de los condenados y sus cabezas arrancadas del cuerpo, generan una sensación de extraña incomodidad, es el vínculo que Coppola establece entre el vampiro, la sangre, el sexo y el amor lo que la lleva a niveles que le permiten, además, jugar con despliegues operísticos que domina a la perfección.
Su Drácula es un monstruo errante en los abismos del tiempo, pero es también el eterno enamorado en busca de quien lo lleve a la muerte de muertes, a liberarse del hecho de no poder ser enterrado, de no obtener descanso. Igual que en la película de Murnau, igual que en la novela de Stoker, el terror que sentimos solamente es equiparable con la desesperación de saber que lo único que busca este carnicero de almas, este condenado a la eternidad, es la pequeña dosis de amor que lo queme debajo de la luz del sol para dormir para siempre. El Drácula de Coppola es la tragedia del amante que tiene que alimentar su corazón con sangre de desconocidos.
Por: Erick Estrada www.cinegarage.com
Drácula de Francis Ford Coppola en Gandhi
Imagen 1-2: Portada de la película Drácula de Francis Ford Coppola.
Mascultura 12-Oct-11