AULLIDO. Allen Ginsberg sigue aullando

Las mejores mentes. Un gran juicio. Como un carrito lleno de cebollas y música mala. Música mala. Las mejores mentes. No habla de las grandes mentes, ni de las prolíficas mentes, no: las mejores mentes. Destruidas por la locura. Música mala. Pisadas de sangre y sueños suicidas.

Ginsberg, el gran Allen Ginsberg. Haciendo alarde de cultura y juventud, de sexo e indiscriminada sucesión. Una época marcada por un aullido, la generación Beat, primero negada, después adoptada. Ilustrada, retratada por una imagen de Moloch: rey, tótem, pagana escultura de sangre o ingeniosa metáfora del destino de una gran ciudad. De Brooklyn ardiendo, de Manhattan sufriendo. De un mundo que no está hecho para la poesía. De una poesía que no está hecha para el mundo.

Lo siento, me gustaría ser más estructurado en mi forma de escribir, pero leer a Ginsberg me provoca más ganas de gritar, de caminar por zonas oscuras de la ciudad que huelen a putas y a crack quemado. Leer a Ginsberg me provoca soñar que nadie tiene razón para callar nada. Leer a Ginsberg me provoca escribir lo que me venga en gana, con un discurso abierto, libre de pecado, escrupulosamente absurdo si fuera necesario. Leo Aullido. Probablemente el poema más representativo de su carrera, o de su generación. El retrato de una civilización, de guerras, entre guerras, de pasado y de presente, de hipsters egoístas divirtiéndose de noche. De jazz. De mucho jazz y mucho sexo. De la crítica al ingenuo mundo que se imagina real.

No hay un “yo” real, hay muchas apariencias del yo: “soy ciertamente un poeta beat, soy ciertamente judío, soy ciertamente gay, soy ciertamente americano, y soy ciertamente un practicante de meditación”. Dice el poeta en 1994, casi cuarenta años después de la aparición de Howl, de un texto que explora las apariencias del “yo” de una época completa.

Eric Drooker, conoció a Ginsberg en una calle neoyorkina mientras éste pintaba en un muro, el poeta se le acercó y le comentó que, sin saberlo, era su admirador. La relación fue fructífera y ambos colaboraron por unos años hasta su muerte en 1997.

Drooker libera y encuentra la verdad en el color. Aparente o no. En otro momento de la historia. Y Allen Ginsberg se enamora de su trabajo. Juntos publican Poemas iluminados, un libro que ilustra, con imágenes tan fuertes como las palabras, la poesía del autor beat. Y ese libro es la inspiración para Aullido, la versión ilustrada del magistral poema de Allen Ginsberg. Con un mágico sentido de estética y un trazo impecable como oscuro, el pintor neoyorquino realiza un heroico trabajo que cuenta, en forma de novela gráfica, la visión de un poeta gay a mediados de siglo.

La visión beat de la poesía desde la voz de un artista plástico.

Por: J. Cohen perspectivaco.com

Aullido de Allen Ginsberg en Gandhi

Imagen 1: Ginsberg y Drooker en la cocina de Allen, en la calle East 12th, Nueva York. Photo ©1996 Ken Taranto
Imagen 2:
Ginsberg y Drooker firmando copias de sus libros. Photo ©1996 Ken Taranto

Imagen 3-4: Portada e interior del libro Aullido de Allen Ginsberg.
Mascultura 09-Dic-11