
Púlsares del confinamiento: dos poemas de Goya Gutiérrez Lanero

30 de diciembre de 2020
A través de la poesía entendida como viaje interior a través de la memoria, de la belleza y la luz, del arte, de la naturaleza y de lo urbano, Goya Gutiérrez Lanero indaga sobre el significado de la existencia. El dolor de la pérdida y la dicha de lo recobrado, la celebración de la vida, la compasión, son estaciones de este camino contra la nada. La suya es una escritura de la resistencia que busca “ese fondo desde el que la poesía nos llama para que el/la poeta la recoja con el ánfora de las palabras, con su meticulosidad y con la belleza como transformación alquímica”. En estos poemas, la naturaleza es la revelación y el sentido mismo del misterio de existir que interpela, con su lenguaje de silencio y esplendor, las certezas humanas puestas en vilo.
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Goya Gutiérrez Lanero
Abril de 2020
II
Hay un denso silencio prendido de una brisa suave
sin recuerdo de un aire tan puro
llenando los pulmones de una pareja de ánades
que han venido a celebrar su viaje
de mieles lunas en el agua con cloro azulada
de un gran estanque solo para ellos.
Ya en invierno descubrieron el naranja jugoso
de los rayos recién amanecidos,
también nuestras ausencias en el jardín de la mañana,
o en el jardín atardecido,
y ahora que del ramaje brota la primavera, que las raíces
ya fusionan su sangre en un fecundo y policromo abrazo
y los oscurecidos mirlos gorjean como niños
de risas enjauladas,
las rebosantes aves se preguntan dónde están los humanos
y sus chillidos.
Pero ya en el crepúsculo la pareja con sus cuerpos
enhiestos oyen aplausos que los circundan
e irguiendo más sus cuellos están a punto
de hacer un gesto con la cabeza como buenos actores
de un escenario insólito.
El edredón punzante de la noche ya cubre nuestros sueños
pendientes de un enigma mientras ellos se arrullan.
De día hay un canto que suena desde el cubil de los
humanos prometiendo la dicha como las alas que libres
vuelan y nos visitan.
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Abril 2020
III
Ella tampoco tiene casa ni paraguas
cortando la furia rectilínea de la lluvia salvaje,
que amansa el mar de olas
de copas y de ramas que provocaba el viento fiero.
Pero es tiempo de lucha, de coitos y placentas,
bajo la luz rayada estampando la umbría
que acoge la espesura.
Y todo es embebido por el útero ardiente
para parir feraz lo que queda del bosque y de la vida.
Pero cuando las grullas y los ánades traspasan con sus alas
los límpidos baldíos y restalla en los ojos
la desnudez del blanco, florecen oquedades
de famélicas bocas e indigencia de hocicos
que escarban esos nidos ocultos, de ínfimas previsoras.
Y en qué fermentador silencio aguardarán
insectos voladores que en verano zumbaban
al calor soleado de cabrioladas carnes.
El mundo queda mudo, velado en su guarida,
como si una pandemia en la estación del hielo
hubiera entumecido y confinado a la Naturaleza.
Y aquellos que no sumen su cuerpo
en el sueño de la noche sin tiempo,
y acarrean el hambre por peligrosos riscos
muchas veces son pasto de otras hambres
que verán cómo la nieve grana y reverdece,
cómo la gran letargia de nosotros y de Ella se metamorfosea,
abre los ojos de alas primigenias.
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Goya Gutiérrez (Cabolafuente, 1954 –Zaragoza– Barcelona).
Licenciada en Filología Hispánica por la UB. Ha sido profesora titular de instituto en la materia de Lengua y Literatura española. Desde el 2003 es directora de la revista literaria Alga. Ha publicado seis libros de poemas y dos plaquetas, entre ellos De mares y espumas (Barcelona, 2001), La mirada y el viaje (Barcelona, 2004), El cantar de las amantes (Barcelona, 2006), Ánforas (Madrid, 2009), y Y a pesar de la niebla, (Barcelona, 2018). En México ha publicado el poemario Grietas de luz (Vaso Roto, 2015).
Curaduría y presentación de textos por Claudia Posadas.