Philip Roth se retira, pero ¿hay que creerle?
Un gigante de las Letras, Philip Roth, lleva años peleándose con ellas y ha anunciado no solo que deja de escribir, algo que ya había hecho antes, sino que desaparece de la escena pública para dedicarse a "la gran tarea de no hacer nada". ¿Será capaz de hacerlo?
De momento, Philip Roth, quizá por compromisos adquiridos previamente, aparecerá en el programa cómico de sátira política "The Colbert Report" en julio, por lo que sobre su voluntad de retiro vuelve a cernirse la misma desconfianza que se aplica a alguien que asegura que ha dejado de fumar.
La actriz Mia Farrow, una de sus grandes amigas, ya aseguró cuando dijo que se retiraba en 2012 que "algunas veces (Roth) ha dicho que ése es su último libro. Pero lo he oído en el pasado y ya no me lo creo". De momento, esa promesa la ha cumplido y "Némesis", de 2010, sigue siendo su canto del cisne.
Philip Roth, que en cinco décadas de trayectoria literaria ha radiografiado los puntos claves, fuertes y débiles, de los Estados Unidos en libros como "Pastoral Americana" o "La conjura contra América", ha tenido siempre una relación de amor-odio con la escritura. Como diría Truman Capote, ha sido su don y su látigo.
En 2012, reconocía en una entrevista, en su apartamento neoyorquino del Upper West Side: "Tengo 79 años, ¿si (escribir) es tan frustrante y difícil para mí, qué me ha llevado a seguir haciéndolo? Y la respuesta es muy tonta, es que no sé cómo parar. Si pudiera dejar de escribir lo haría, pero no sé cómo hacerlo". ¿Ha aprendido en dos años a hacerlo?
Ahora él asegura que sí: "Estaba equivocado. He llegado al final. No tengo nada más de lo que escribir. Me daba miedo no tener nada que hacer. Estaba aterrorizado de hecho, pero sabía que no tenía sentido continuar. No iba a conseguir nada mejor ¿y, para qué ir a peor?", dijo a la BBC en el documental que ha oficializado esta semana su retirada.
En las entrevistas, Roth habla de la escritura como un doloroso parto, como "una agonía espontánea" de la que uno no puede librarse, y que empieza con un primer año de redacción "extremadamente difícil, extremadamente frustrante y poco satisfactorio".
"En los viejos tiempos ponía la mano sobre mi máquina de escribir y decía, '¿a dónde voy para dimitir, cómo renuncio?'. Pero no hay ningún sitio. Si hubiera una oficina en el centro de Nueva York donde los escritores pudieran ir a dimitir, habría una cola que le daría la vuelta a la manzana", ironizaba.
Más allá del dolor y la frustración del proceso creativo, Roth mostró en sus páginas el conflicto moral del transmisor de historias y en "La contravida", un puzzle metaliterario y metajudío, cargaba contra el narcisismo del escritor a través de un literato tan brillante como mezquino, con el que dibujaba una relación de dominación de la vida sobre la ficción y de la ficción sobre la vida.
Eso apunta una posible interpretación sobre cómo para el escritor quitarse el yugo de la literatura significa abrirse a un mayor disfrute de la vida y por eso dice, casi triunfal, que ya no tiene que contar.
Sí le queda, no obstante, algo por ganar: el premio Nobel de Literatura, el único que falta en una vitrina con el Pulitzer, el National Book Award y el Príncipe de Asturias entre otros. Suya es, más que de nadie, la etiqueta de "eterno candidato al Nobel".
Pero al margen de la inspiración y el reconocimiento, Roth no era últimamente muy optimista con el papel de la literatura en general: "Los lectores van a desaparecer. Seguirá habiendo novelistas que seguirán escribiendo, pero serán leídos por menos y menos gente. Tiene que ser así, simplemente hay demasiadas pantallas", afirmó una vez.
Quizá por eso, un día el escritor de "Elegía" entró en Wikipedia y, al leer la entrada sobre su novela "La mancha humana", detectó un error y trató de subsanarlo poniéndose en contacto con los responsables de la enciclopedia virtual.
"Entendemos sus razones para pensar que el autor es la máxima autoridad sobre su propia obra", le contestó el administrador de Wikipedia, "pero nosotros requerimos fuentes secundarias", contaba con estupor el propio Roth en una satírica pero también algo triste carta abierta a la revista New Yorker el 7 de septiembre de 2012, uno de sus últimos textos.
En su rutina confesa de ahora, no hay sitio ni para la creación literaria ni para internet. Nada, ve partidos de béisbol y disfruta de los parajes naturales del país al que había mirado más desde la lupa política y social. Suena, efectivamente, a terapia de desintoxicación. Pero es inevitable preguntarse, ¿sufrirá Roth una recaída?
Nueva York, 24 may (EFE)