La narrativa de la moda (burguesa) sustentable y ética

La moda es un invento de la burguesía, es la encarnación de sus símbolos y signos, una mediación de ideas, generadora del desarrollo de un lenguaje visual. La moda refleja ideas, miedos, deseos; es una narrativa tangible. Somos imagen.

Es una expresión de nosotros y de nuestras creencias. La estética de la moda ha sido en múltiples ocasiones tomada por la clase burguesa para difundir sus propios valores y prejuicios. Esos valores se tornaron en ganancias capitalistas, sin importar lastimar y maltratar a animales, personas y al medio ambiente.

Las diseñadoras de principios del siglo XX, como Madeleine Vionnet, eran damas de sociedad que sabían las reglas del juego; éstas, poco a poco, lograron acampar en el territorio fértil del cambio de la imagen de la mujer, como ganar batallas al liberarse del corset por parte de Coco Chanel y llevar esto a las masas. Una burguesa vestía a otra burguesa, y para el resto sólo quedaba el look de dama de sociedad. En los gloriosos años veinte, la moda se masculinizó, y con ideas que Simone de Beauvoir después puso en el aire, en Francia se gestó un ambiente creativo para definir la feminidad de manera libre. El papel de la mujer en la moda provocó una afirmación de su individualidad y un embellecimiento personal que, a ojos de algunas feministas, la apartó al mismo tiempo de lo que realmente se define como femenino. Si la mujer es un producto cultural que se ha construido socialmente, la misma moda que la quiere liberar la atrapa definiéndola. La moda de la mujer por la mujer debiera contrarrestar todos los arquetipos de belleza impuestos previamente. Pero si la industria vende estereotipos a seguir, tan sólo se diseñan patrones con los cuales vestir a todas.

Lo que desde el siglo XIV apareció como un instrumento de distinción social, sobre todo aristocrático, resultó en segregación social física e ideológica. La moda consolidó su poder de persuasión y comenzó a crear un negocio poco ético, mediando ideas, imágenes y realidades, implantando deseos y difundiendo modelos de vida a seguir. Cada prenda junto con su publicidad constatan una narrativa que traza los comportamientos sociales en el mundo. Hace más de cuarenta años, toda dama y caballero debían portar (hasta los hermosos liberadores años sesenta) cierta ropa, con detalles específicos, de lo contrario se consideraba una falta de respeto y una anarquía total.

La ropa y el cambio social reflejado en la moda es una manera de expresar nuestra unión a un grupo específico de ideas, y como buen fenómeno de masas, resulta perfecto, pues nadie lo cuestiona, sólo se consume, y provocar algún cambio en ésta sería más complejo. Gilles Lipovetsky en su libro El imperio de lo efímero (Anagrama) analiza el fenómeno de una manera que nadie había hecho en los años ochenta, cuando fue publicado este libro.

“Entre la intelectualidad el tema de la moda no se lleva. Es un fenómeno destacable que mientras la moda no cesa de acelerar su normativa escurridiza, de invadir nuevas esferas, de atraer a su órbita a todas las capas sociales, a todos los grupos de edad, deja indiferentes a aquellos cuya vocación es explicar los resortes y funcionamiento de las sociedades modernas. La moda es celebrada en el museo y relegada al trastero de las preocupaciones intelectuales reales: está en todas partes, en la calle, en la industria y en los media, pero no ocupa ningún lugar en la interrogación teórica de las mentes pensantes. Esfera ontológica y socialmente inferior, no merece la investigación científica; cuestión superficial, desanima la aproximación conceptual.

La moda provoca el reflejo crítico antes que el estudio objetivo, se la evoca para fustigarla, marcar distancias, deplorar la estupidez de los hombres y lo viciado de sus asuntos: la moda son siempre los demás. Estamos sobreinformados por crónicas periodísticas y subdesarrollados en materia de inteligencia histórica y social del fenómeno. A la plétora de revistas responde el silencio de la intelligentsia; la comunidad erudita se caracteriza menos por 'el olvido del Ser' que por el olvido de la moda como locura del artificio y nueva arquitectura de las democracia la pobreza y la monotonía del concepto.”

Hay mucho que decir de la moda, pero analizar las historias que decimos, en dónde ponemos nuestro dinero y qué usamos, bien vale el esfuerzo, ya que invariablemente, donde está el dinero está el poder y como consumidores escribimos el futuro de una industria que sin control se ha apoderado del imaginario colectivo, dictando qué es bello, y los deseos de cientos de sociedades a nivel mundial.

Las redes sociales han acelerado el consumo de información, de juicios, y gracias a internet, de productos que dictan el papel de hombres y mujeres, del medio ambiente y de la bolsa de valores. Recuerdo a un gran profesor en la secundaria que paraba de sus lugares a todos los que portaran una marca en su ropa y nos preguntaba: “¿Oye, te pagaron por publicitar sus marcas? ¿Te pagó Armani, Benetton, Nike, Gap? Si no es así qué tontos ustedes que trabajan como espectacular ambulante de manera gratuita”.

Moda contra los derechos de la mujer
Actualmente la moda se ha autodenominado democrática al bajar sus costos, pero en realidad sólo es moda rápida, de baja calidad y barata que atenta contra los derechos humanos, en su mayoría de mujeres, y los derechos ambientales a nivel global. La cadena de producción de ésta termina afectando a millones de personas, partiendo desde los que siembran algodón, sobre todo en India donde al verse atados a una cárcel donde ganan menos de un dólar al día por trabajos arduos se suicidan; hasta quien la fabrica en países de tercer mundo, alejados de los escaparates llamativos y publicidad de alto impacto con rostros familiares de la gran manzana y otras ciudades fashion. La moda es un lienzo político, y debiéramos exigir ropa que nos haga sentir bien y no culpables.

La industria textil es la segunda más contaminante del planeta, sólo detrás de la petrolera. Toda prenda tiene una historia de abuso, ¿qué quieres contarte a ti y al mundo? Cada vez más diseñadores se adhieren al movimiento verde y elaboran prendas sostenibles, pero necesitamos apoyar una industria prácticamente inexistente en México.

Green is the new black
Existe poco apoyo en nuestro país para lograr una escena de la moda, y mucho menos ropa sustentable; aunque de manera muy local, hay presencia de diseñadores ecológicos y presentan su trabajo en ferias, bazares y algunas tiendas en todo México. En cada prenda existe un grito silenciado por una industria poco ética, y 2013 fue un año clave para su difusión a partir de un accidente en una fábrica de ropa en Bangladesh. La fábrica explotó debido a las condiciones precarias del edificio, cobrando la vida de más de mil trabajadores. En este contexto surgió una iniciativa que tiene sedes en Reino Unido, Estados Unidos y Australia, y cerca de veinticinco países en proceso de unirse, entre ellos México: Fashion Revolution Day promueve la concientización sobre las personas que manufacturan la ropa producida en masa. En la medida en que creamos inaceptable formar parte de una cadena abusiva, exigiremos calidad en lugar de cantidad, y como dice Roland Barthes en El sistema de la moda (Paidós) existen dos modas, la “real”, que se manifiesta física y socialmente en lo que vestimos, con un código sociocultural, y la del “sistema retórico”, adyacente a un imaginario representado mediante los medios masivos. La moda siempre ha sido un discurso, y en la medida en que ambos sean congruentes y responsables socialmente, lograremos respetar el entorno para beneficio colectivo. Todo lo que sea “rápido” como comida y ropa, no puede ser benéfico para nadie.

Vivienne Westwood. El punk llevado a la alta costura
La madre de la moda punk desde 1970 es una de las más destacadas protectoras del medio ambiente. Ha fundado proyectos, reunido millones de dólares para donar a la causa y diseñado colecciones enteras con materiales sostenibles. Se alió con Richard Branson para lograr crear materiales realmente ecológicos. Su recomendación es: leer libros en lugar de revistas de moda, crear tu propio estilo, comprar cada vez menos, escoger calidad y materiales ecológicos. ¡Eso es lo más punk!

Brave Gentleman. Caballerosidad sustentable
Su frase es “éticamente guapos”; la casa establecida en Nueva York trabaja con una colección de ropa para hombre confeccionada con las telas lujosas y sostenibles, cuyos textiles orgánicos y libres de fibras animales proceden de países como Francia, Japón e Italia.

Green Carpet Challenge
Este proyecto nació en 2009; se ha dado a la tarea de reclutar diseñadores de la talla de Giorgio Armani y Valentino para vestir celebridades con prendas amigables con el medio ambiente. En la Copenhagen Fashion Summit, Mary, Princesa Real de Dinamarca, sentenció frente a un abarrotado auditorio que “tenemos la responsabilidad de replantearnos la industria de la moda– de un lado en cuanto a los aspectos sociales, del otro en cuanto al medio ambiente y otros en lo económico, pero todos debemos hacerlo en conjunto”.

Por otro lado, Livia Firth, fundadora y Directora Creativa de Eco-Age Ltd, dijo directamente en la plática llamada, Cutting Through the Noise: “Ciertamente la moda es un caso especial”, considerando el casi nulo cambio que ha tenido la producción de vestimenta de bajo precio en los países sumidos en mayor pobreza, desde el trágico evento en la Plaza Rana, en Bangladesh.

Manolo Blahnik. Tu comida hecha zapatos
Recordamos al diseñador español desde que se le veneró en Sex and The City, y ahora creó una línea de ecozapatos, elaborados con piel de tilapia reciclada, rafia, corcho y otros materiales no contaminantes. Los precios ascienden a las seiscientas libras.

Patagonia: la guerra contra el consumismo
Esta marca compró una página completa en el New York Times en pleno Black Friday para instar a los consumidores a no comprar la chamarra que venía en el anuncio. Explica qué usaron para fabricarla: ciento treinta y cinco litros de agua, suficiente para abastecer de tres vasos de agua diarios para cuarenta y cinco personas, el material reciclado de poliéster hasta la bodega de ellos en Reno, generó veinte kilos de dióxido de carbono, veinticuatro veces el peso del producto final. “Pero la verdad de todas las cosas que podríamos hacer y tú comprar, esta chamarra viene con un precio mayor al de su etiqueta”. Mucha gente los criticó por ser hipócritas, ya que al igual que cualquier compañía global, desean crecer y ganar dinero a toda costa, así tengan que contaminar.

Stella McCartney: vegana y fabulosa
Stella, fiel a sus ideales veganos, se esmera por no diseñar prendas que carguen un historial de violencia animal. Ella define su moda como “responsable”. Cuenta con líneas de jeans orgánicos y ropa deportiva ecológica. “Hago prendas sustentables que espero duren mucho tiempo, que no vayan a contaminar en tiraderos. Lograr hacer una moda sustentable es más interesante, ya que continuamente hay que hacernos preguntas y valorar lo que diseñamos, ¿valdrá la pena hacer tal o cual vestido, y qué costo real tendrá en el impacto ambiental?”.

Por Yara Sánchez de la Barquera Vidal

MasCultura 03-oct-16