Nikolái Gógol y su fervor final
En la actual Ucrania, en Sorochinsky, el 1 de abril de 1809 nació Nikolái Gógol, un pequeño de familia de baja nobleza. Su padre falleció cuando tenía quince años, por lo que permaneció al cuidado de su madre, cuyas creencias religiosas permearon la mente del escritor e influyeron en su forma de ver el mundo.
Hacia el final de la década de 1820 realizó trabajos burocráticos en la administración zarista y pocos años después, a principios de los años treinta, conoció a Aleksandr Pushkin, joven poeta ruso que animaría a Gógol para escribir. Durante ese periodo, sus escritos fueron muy locales, ubicados usualmente en San Petersburgo, hasta que en 1836 publicó El inspector, texto que le ocasionó uno que otro problema, aunque lo suficientemente grave para que saliera de Rusia rumbo a Italia. Una vez en Europa, pasaría de un país a otro a lo largo de los siguientes años. En su viaje escribió Almas muertas.
Los últimos años de Gógol tuvieron un matiz de arrepentimiento. Primero porque quiso desdecir lo que planteaba Almas muertas, impulsado por su sentimiento religioso al cual se aferró tras su viaje a Jerusalén: “estaba más preocupado por predicar a través de la literatura que de hacer verdadera literatura.” Después, quizá también arrepentido, los textos que lo desdecían terminaron quemándose en una chimenea.
Nikolái Gógol falleció el 4 de marzo de 1852, en Moscú, al borde de la locura, pero dejó una extensa variedad de obras, como El Viy, Historias de San Petersburgo, La avenida Nevski, El retrato, La feria de Soróchintsy, entre otras.