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Las voces olvidadas

Las voces olvidadas
13 de abril de 2020
Fabián V. Escalante

Todas somos desplazadas

Malala Yousafzai (Alianza Editorial)

Es difícil pensar que hoy existe una persona que no haya escuchado mencionar a Malala Yousafzai. Además de ser Premio Nobel de la Paz, es una activista que se enfrenta a la discriminación y los crímenes en contra de las mujeres, y –por si esto no fuera suficiente– también trabaja desde su fundación en favor de la educación para todas las niñas y adolescentes. Hace años, todos conocimos su vida gracias al libro Yo soy Malala, una historia que le dio la vuelta al mundo para narrar el atentado que sufrió por parte de los talibanes. Se atrevió a levantar la voz por las todas las niñas en Pakistán, y la violencia del fundamentalismo religioso la obligó a migrar para comenzar un nueva vida.

Su nuevo libro, Todas somos desplazadas, es un recuento de las historias de mujeres de distintos lugares del nuestro planeta. Todas tienen un punto en común: Malala las conoció durante sus viajes y escuchó las narraciones sobre el desplazamiento que vivieron. Efectivamente, sus interlocutoras, al igual que ella, tuvieron que huir de sus países de origen para ir en busca de una nueva vida en un sistema que, por lo menos, se alejara de lo terrible.

Muchas personas no comprenden los horrores que viven los refugiados. Para ellas, los desplazados son como cualquiera con una sola diferencia: tienen que comenzar de nuevo en un sitio lejano de sus hogares. Malala nos obliga a comprender este fenómeno de una manera profunda al retomar su historia como desplazada para honrar a todas las mujeres que se arriesgan para tener una vida mejor. Ella va por todas las desplazadas que ha conocido y también lo hace por las que nunca conocerá, pero que –a pesar de esto– decidieron vivir y conservar la voz para narrar sus tragedias.

Fragmento del libro “Todas somos desplazadas”

Yo no soy una refugiada. Pero conozco la experiencia de ser desplazada, de tener que dejar mi casa, mi país, porque quedarse es demasiado peligroso. Cuando pienso en los refugiados y en los desplazados, lo que me viene a la mente es resistencia. Coraje. Valor. Recuerdo el primer viaje que hice al campo de refugiados de Zaatari en Jordania, en 2014, y a todos los sirios que conocí en la frontera. Habían llegado al final de sus angustiosos viajes, pero solo estaban al comienzo de sus nuevas e inciertas vidas. Pienso en Muzoon, en María y en Marie Claire. Pienso en Najla y en Zaynab. Y ellas no son sino unas pocas de las niñas y jóvenes extraordinarias que he conocido y que me han impulsado a profundizar en mi propia historia de desplazamiento para comprender y compartir las suyas.

Muchas personas creen que los refugiados solo deberían sentir dos cosas: gratitud hacia los países que les han concedido asilo y alivio por estar a salvo. Me parece que la mayoría de la gente no comprenden las emociones encontradas que conlleva dejar atrás todo aquello que conoces. No solo están huyendo de la violencia –la razón por la que tantas personas se ven obligadas a marcharse y lo que se muestra en las noticias–, sino que también están escapando de sus países, de sus queridos hogares. Parece que este aspecto se omite cuando se habla de los refugiados y de las personas desplazadas internamente. Toda la atención se centra en donde están ahora, no en lo que han perdido como consecuencia.

Yo he compartido mi historia en honor de las jóvenes que he conocido. Pero ya es hora de que compartamos algunas de las suyas. A decir verdad, no quiero seguir contando mi historia. Mi estrategia vital es vivir en el presente y centrarme en el futuro, pero contando mi experiencia puedo tomar la luz que enfocan hacia mí y dirigirla a otras personas que no tuvieron más opción que abandonar sus hogares. Y, juntas, nuestras historias abarcan el planeta al mismo tiempo que están enraizadas en nuestros corazones.

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Persepolis

Marjane Satrapi (Reservoir Books)

Persépolis nos ofrece un retrato de su vida en dibujos en blanco y negro. A todas luces, sus páginas son el recuento de la lucha de Marjane Satrapi por sus derechos, sin perder su identidad durante la época más dura para su país de origen: el Irán durante la teocracia y el fundamentalismo islámico.

En esta novela gráfica, Satrapi nos acerca a sus raíces persas, a su cultura, su religión y sus ideales. Persépolis nos presenta a Irán y al islam con una perspectiva distinta: una historia poco cómoda para alguien que vive el cambio político y la consolidación de una teocracia, alguien que se atreve a hablar con claridad sobre Occidente, alguien que nos muestra sus estudios en Europa y se enfrenta a la intolerancia, el racismo y el desplazamiento forzado. Efectivamente, esta obra nos permite adentrarnos en las injusticias interminables, lo cual da por resultado una dura novela gráfica que nos acerca a la guerra, la inmigración, la pobreza, la religión, el abandono, la dictadura, la opresión, la discriminación y la rebeldía. Aún más, en sus imágenes, Satrapi se revela como una adolescente que nos sitúa ante una perspectiva precisa y definitiva: en medio del infierno es posible reír para no perder la fe.

El desplazamiento y el refugio son temas que, tanto dentro del país de Satrapi como en las naciones a las que arriban los migrantes forzados, se producen durante una crisis. Se trata de un conflicto caracterizado por la búsqueda de una entidad, por la imperiosa necesidad de encajar en un lugar extraño, por la soledad que los envuelve al no tener nada en común con las otras personas. Todas estas emociones están en los trazos sencillos que revelan una historia real, la de Marjane Satrapi. En efecto, Persépolis es una autobiografía marcada por la censura, el machismo y la búsqueda de la libertad de una niña iraní.

En 2007, Persépolis se convirtió en una película de animación dirigida por Vincent Paronnaud y producida por Xavier Rigault y Marc-Antoine Robert. La cinta recibió muy buenas críticas en el Festival Internacional de Cannes, a pesar del veto impuesto por el gobierno iraní para no permitir su proyección. Persépolis también figuró como mejor película extranjera en los Globos de Oro y obtuvo una nominación a mejor película animada en los premios Óscar en 2008. Así pues, tanto la novela gráfica como la película se han transformado en una reflexión sobre lo que sucedió y lo que sucede en muchos países de Medio Oriente.

Estamos ante una obra que te engancha con sus pequeños dibujos llenos de simpatía y humor, y que revelan a su protagonista para acompañarla a una realidad terrible que puede sorprender a más de uno.+