Columna de Raquel Castro: "Aurora Boreal"

Hacía tanto frío que no sentía la nariz. Me dolían las puntas de los dedos y hasta lo blanco de los ojos, yo creo que porque se me estaban congelando las lágrimas. Ah, pero eso sí, ahí estaba de necia, a las dos de la mañana, en una terraza llena de nieve en medio de un bosque en Canadá.

Todo porque había una pequeña probabilidad de que hubiera un avistamiento… no, no de ovnis: de luces del Norte. Sí: llevaba más de tres horas expuesta al viento y a una temperatura de -20 grados (pero con gorro, chamarra y guantes, claro) sólo por una minúscula esperanza de ver una aurora boreal. Y es que el cielo nocturno me fascina, sobre todo fuera de la ciudad. No sé si a ustedes les pase también, pero luego de algunos minutos mirando la negrura estrellada, hasta se tiene la impresión de estar flotando en el espacio. Y sin necesidad de fumar nada, se los juro.

Supongo que esa inquietud, el sueño de conquistar el espacio, le es natural a nuestra especie: por eso hay libros sobre la exploración del Universo desde mucho antes de que la ciencia y la tecnología lo hicieran posible. Escoger uno solo para recomendarlo está súper difícil, pero creo que me voy a ir con un clásico padrísimo: La mano izquierda de la oscuridad, de Úrsula K. Le Guin (Minotauro). La manera en que Le Guin describe las civilizaciones extraterrestres y la forma en que se relacionan entre sí es simplemente genial. Además, bajita la mano, nos hace pensar en muchos otros temas, especialmente uno muy inquietante: ¿seríamos las mismas personas de no ser “hombres” o “mujeres”? Es decir, ¿pensaríamos, sentiríamos y nos comportaríamos igual si nuestra especie no le diera tanta importancia a eso?

Este libro fue publicado originalmente en 1969: ¡hace cuarenta y siete años! Pero desde el momento en que la comienzas se te olvida ese detalle, porque es de esas novelas que nomás no envejecen: sus preocupaciones e intereses siguen siendo los nuestros. Como ése de mirar las estrellas e imaginarnos qué hay más allá. Aunque haga mucho frío, como esa noche que les cuento. De pronto me daba un poquito de miedo, porque ni siquiera había luna. Lo bueno, pensé, es que sin luna no hay hombres lobo.

Pero en vez de tranquilizarme me puse más nerviosa, recordando historias de este tipo. Una que leí recientemente y que me gustó mucho es Lobos, de Xavier M. Sotelo (Montena). Y es un libro muy padre también. Para empezar, es un gusto que la historia ocurra en época actual y en nuestro país. Además, la manera de narrar de Xavier es muy ágil y visual: se le nota el oficio de guionista. Él mismo cuenta que, originalmente, pensó Lobos como guión de cine. Pero qué bueno que se decidió por hacerlo novela, así no tuvo que preocuparse por el presupuesto para los efectos especiales.

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MasCultura 23-mar-16