Columna Nerd Plus: "Yo no tengo religión, viejito, tengo el rocanrol"
—Do you have rock and roll? —pregunta en una tienda de partituras el mánager de Los Vaqueros de Leningrado en la cinta The Leningrad Cowboys Go America, de Aki Kaurismäki (1989). Me gustaría llegar a Gandhi y hacer la misma pregunta, a ver qué me ofrecen.
En este mismo espacio he hablado ya de las biografías de Frank Zappa, Johnny Ramone y John Lydon de los Sex Pistols, publicadas todas por Malpaso en cuidadas ediciones. A ellos habría que añadir la autobiografía Pete Townshend, de The Who.
No obstante la relación del rock y la literatura o los libros no es lo tersa que uno supondría. Alguna vez un editor me dijo que los libros sobre música no funcionaban porque el público rockero no era muy lector.
Algo de razón tendrá: me parece notable que ninguna de las biografías de músicos enunciadas arriba fue escrita sólo por sus autores, invariablemente cuentan con la ayuda de un periodista.
Lo anterior debe ser producto de la alta especialización que requiere la mente musical. Imagino que la habilidad musical (de la que lamentablemente carezco) ocupa tanto espacio cerebral que queda poco lugar para desarrollar otras competencias con tanto refinamiento.
Por ello celebro la existencia de músicos que escriben, subespecie humana propia del Renacimiento, merecedora de mi más encendida envidia. Desde el ensayo (Cómo funciona la música, de David Byrne), la crónica testimonial (La canción de la bolsa para el mareo, de Nick Cave) hasta la literatura infantil (en la vasta obra narrativa de Armando Vega Gil, que trasciende lo escrito para niños y abarca varios géneros), los rockstars que blanden la pluma y aporrean el teclado son pocos pero contundentes. Sin duda tienen lo mejor de los dos mundos.
Es el caso de Bruce Dickinson. El líder de Iron Maiden ha escrito un par de novelas, The Adventures
of Lord Iffy Boatrace y The Missionary Position, al parecer ambas inéditas en español. Lo mismo ha hecho Leonard Cohen y si bien el bardo de Montreal se ha distinguido como poeta, tiene una novela experimental, Beautiful Losers, que hasta donde pude averiguar tampoco se ha traducido a nuestro idioma.
Mi amigo Joselo Rangel, guitarrista de Café Tacvba, publicó recientemente un volumen de cuentos, One Hit Wonder. En él se compilan una selección de algunos de los cuentos que publicó cada semana en su sitio textosmutantes.com. El libro sorprende por el oficio narrativo del autor, quien ya había publicado un libro recopilatorio de su columna hebdomadaria del periódico Excélsior, “Crócknicas marcianas”, que leo religiosamente todos los viernes. Joselo, por cierto es más frikinerd que rockstar. (Hubo, por cierto, una crítica al libro en la que el reseñista descalificaba la compilación entre otras cosas ¡porque Café Tacvba ya no toca como antes! Riesgos del oficio, supongo.)
Siempre vinculado a la contracultura, el rocanrol fue también uno de los motores de la llamada literatura de la onda. No me detendré hoy en Gustavo Sáinz, José Agustín y Parménides García Saldaña. Hoy me interesa hablar de Gonzalo Martré, escritor de culto dentro de los autores alternativos de este país.
De temperamento bronco, Martré jamás se detuvo a hacer relaciones públicas. Ello quizá le costó la fama que bien merecía. Nacido el mismo año que Carlos Fuentes y Jorge Ibargüengoitia, sobrevive a estos dos, siempre manteniendo una intachable actitud punk.
Personaje controversial, fue pionero de una narrativa desenfadada. Evidencia de ello es su legendaria novela Safari en la zona rosa, en la que el autor da cuenta del ambiente subterráneo de finales de los años sesenta, con fuertes dosis de música, sexo, drogas y reventón.
En su día, Safari… fue descalificada como pornografía. Hoy Nitro Press ha rescatado el texto en una edición que añade material extra que incluye un testimonio del propio autor sobre la escritura de la novela. Pionero también de la ciencia ficción, la narconovela y el cómic de autor (fue guionista de Fantomas), Gonzalo Martré merece ser rescatado del olvido y éste es un magnífico primer paso.
¿Ya recomendé El traje del muerto, de Joe Hill? ¿Y Las jiras, de Federico Arana? ¿Éramos unos niños, de Patti Smith y Girl in a band, de Kim Gordon? Todos, magníficos libros sobre rocanrol.
El cómic del mes: The Umbrella Academy, de Gerard Way y Gabriel Bá. Soberbia serie de superhéroes escrita por el frontman de My Chemical Romance. Chulada.
Por Bernardo Fernández, BEF
MasCultura 18-jul-16