CARTAS A UN JOVEN NOVELISTA, Mario Vargas Llosa

Una de las grandes virtudes de Mario Vargas Llosa como ensayista es la de conjugar la claridad expositiva, la agudeza y una pasión que se contagia. No hay en los ensayos del peruano, ni siquiera en los más ambiciosos como Historia de un deicidio, el afán de otros pensadores por enrostrar al lector su erudición ni el de abrumarlo con citas o galimatías que suenen muy inteligentes aunque no digan nada; hay, en cambio, ideas luminosas encarnadas en una prosa accesible y amena que rezuma entusiasmo por la literatura y por los autores que comenta. Una prueba de ello es este breve ensayo, aparecido por primera vez en 1997 bajo el sello Planeta, que Alfaguara ha tenido a bien reeditar luego de la concesión del Nobel de Literatura al nacido en Arequipa.

Conviene aclarar pronto que no es este un libro que vaya a resolver los problemas que deben resolver por sí mismos los novelistas en ciernes. El propio Vargas Llosa lo aclara en el prólogo escrito especialmente para esta nueva edición: “Éste no es un manual para aprender a escribir, algo que los verdaderos escritores aprenden por sí mismos. Es un ensayo sobre la manera como nacen y se escriben las novelas, según mi experiencia personal, que no tiene por qué ser idéntica, ni siquiera parecida, a la de otros novelistas”.

Yo diría que la obra es, ante todo, una estupenda guía de lecturas y una muestra significativa, aunque no exhaustiva, de los retos a los que se enfrentan los hacedores de ficciones ante sus obras en curso. Es también un compendio de las ideas sobre literatura que Mario Vargas Llosa ha vertido a lo largo de su carrera en conferencias y libros.

Está, por ejemplo, la idea según la cual el origen de la vocación de un novelista es la insatisfacción. Aunque ya no usa la palabra “deicidio”, don Mario hace referencia a dicho concepto: un autor de ficciones sería un descontento con su realidad que fundaría otra realidad, de palabras, opuesta a la creación del todopoderoso. Encontramos también la premisa que asume la vocación literaria como una labor absorbente y excluyente, y no una actividad para los fines de semana y los ratos libres.

Cartas a un joven novelista está dirigido a un hipotético admirador de Vargas Llosa que le habría escrito en busca de consejos para convertirse en un escritor. La respuesta es un puñado de cartas en las que el peruano, afectuoso y didáctico, le explica a su interlocutor imaginario los principales recursos de los que se valen los novelistas para crear sus historias, a la vez que da nutridos ejemplos extraídos de las novelas y cuentos de algunos autores señeros, además de muy queridos para Vargas Llosa.

Entre los recursos analizados están el estilo, el narrador, el tiempo, el nivel de realidad, las mudas, el dato escondido y los vasos comunicantes. Como bien aclara el autor, la utilización de algunas de las técnicas que explica no aseguran el éxito de una ficción; este dependerá más bien de la aplicación concreta de dichas técnicas, de la sutileza y complejidad que otorguen al relato en cuestión.

En algunos puntos, el autor peca un tanto de impreciso. Por ejemplo, en lo que él llama el poder de persuasión de una historia. Afirma que hay estilos literarios que, por más afectados, incorrectos o irritantes que sean, parecen perfectos, indispensables, para contar lo que cuentan. Menciona, entre otros, el caso de Alejo Carpentier, cuyo estilo es rebuscado y arcaico, pero parece hecho a la medida para sus novelas. Sin embargo, nunca nos explica cómo se consigue el mencionado poder de persuasión ni por qué es un estilo y no otro el justo para hacer convincente una ficción.

En la mayoría de estas páginas, en cambio, Vargas Llosa resulta muy claro y atinado. Son estupendas sus disertaciones sobre cómo el uso de distintos narradores y tiempos verbales, manejados de forma consciente y astuta, es capaz de enriquecer no solo la forma, sino también el significado de una ficción, sus alcances. También acierta al mostrar que algunos recursos que en ocasiones nos resultan tan estimulantes y novedosos, como la ambigüedad de la instancia narrativa o contar historias dentro de otras historias, son utilizadas desde hace siglos por los mejores contadores de relatos inventados.

Como queda anotado,Cartas a un joven novelista no pretende ser un manual para narradores, sino más bien una excusa para que estos reflexionen sobre los distintos aspectos de la ficción y sean conscientes de las dificultades que se toparán a la hora de plasmar en papel o pantalla    sus invenciones. Tan está consciente Vargas Llosa de las limitaciones de un libro como el suyo y de su carácter apenas detonante, introductorio, que termina su carta final con esta sorpresiva declaración: “Querido amigo: estoy tratando de decirle que se olvide de todo lo que ha leído en mis cartas sobre la forma novelesca y que se ponga a escribir novelas de una vez”.

Javier Munguía

http://www.javiermunguia.blogspot.com/

Imagen: El escritor peruano y premio Nobel de Literatura 2010, Mario Vargas Llosa. EFE/Archivo
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Cartas a un joven novelista, Mario Vargas Llosa, México, Alfaguara