Hitchcock en el alambre

¿Sabe cómo puedo deshacerme de una plaga?

Eso depende del tipo de plaga que tenga. Las ratas dejan sus madrigueras y se expanden, por lo que hace falta capturar a la madre para que las crías mueran antes de que salgan por su cuenta. La plaga de cucarachas, en mi opinión, es más sencilla, aunque no menos laboriosa. Pero la plaga más difícil de controlar es la humana.

¡No siga! La plaga que tengo no es ni de ratas ni cucarachas o ¿acaso ha visto alguno de esos animalejos en mi establecimiento?

Qué gano con preguntarle a usted si siempre me lleva la contraria.

¡Por supuesto que no!

¿Lo ve? Mejor tómese este caballito para que me deje contarle. Lo que en este momento me está causando problemas es una colonia de palomas que decidió establecerse aquí mismo. Primero fue en el árbol de la esquina; ese hermoso hule que nos protegía de la intemperie. Cuando las palomas llegaron, los zanates se vieron superados en número y huyeron a otro árbol.

Invadieron y ellas ganaron: usted ya no puede hacer nada.

¡Espere! No cansadas de tener el completo control del árbol les declaramos la guerra: lo podamos, pero ellas respondieron al ataque. Los refuerzos se instalaron en el friso de los edificios, en los balcones, en cualquier resquicio o claraboya que encontraron. Hasta en cables y alambres.

Usted lo que me está contando es lo que filmó Hitchcock.

A él ni lo conozco y no vi a ningún Jitchcoc grabando nada de la invasión. Usted lo que quiere es tomarme el pelo.

¡Pero cuál!

Graciosito. Ya verá cuando me pida sus cortesías.

Yo hablaba de la película Los pájaros.

Pues esos canijos son de los que yo me estoy quejando. ¿No los vio al entrar?

Puras blancas palomitas.

Bien, ahí siguen. La mayoría de los vecinos se dio por vencido y ahora hasta les deja pedazos de pan y semillas; será una especie de tributo que les ofrecen por haber ganado esa batalla. Pero no la guerra. Aún quedamos algunos necios y obstinados en recuperar lo que nos pertenece. La señora Daphne es un digno ejemplo de ello. Si mirara a esa viejecita que parece casi traslúcida cuando le da la luz del día. Ha de ser por su edad y por lo blanca que es. Luego se la presentaré, la señora du Maurier es muy buena gente.

Sospecho que tengo el gusto de conocerla, pero esperaré a que usted la invite para externarle mis saludos.

Entonces ¿ya sabe qué puedo hacer para ganar el último enfrentamiento?

Lo que usted necesita es tener paciencia. Yo no sabría qué aconsejarle, aunque Francisco Hernández, un querido amigo, una vez dijo que para matar un pájaro, tome unas tijeras tan grandes como su envergadura. No se las clave en el pecho ni taje su garganta. Corte sus alas. La nostalgia del vuelo hará que se arroje por el desfiladero.

Eso llevará mucho tiempo. Tal vez sea momento de aceptar la derrota.

No lo vea tan negativamente. Probablemente se vayan en una temporada. Uno nunca sabe.

También es probable que nosotros nos vayamos antes que ellas. Claro, uno nunca sabe.

Por: R. R. Fullton

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Alfred Hitchcock. Los pájaros

Alfred Hitchcock. Vértigo,

Daphne du Maurier. The parasites.

Francisco Hernández. Mal de graves.

MasCultura 22-mar-16