En el bote con José Revueltas

La hora de las visitas suele ser a veces más una tortura que un jubiloso encuentro con la familia o los amigos. ¿Sabía que a las espaldas de ese edificio asesinaron al presidente Madero y a Pino Suárez?

Claro que sabía, por aquellas fechas que cantaban "Marieta, no seas coqueta".

¡Sí! Como la novela.

¿Novela? Y luego me pregunta que si yo sé. ¡El corrido!

Como sea, mejor sírvame un caballito de mezcal para montarme de una buena vez en la historia. O si no, me pongo como Villa.

¿Pancho?

¡Claro! ¿Hay algún otro? Órale, que si no, aquí merito estreno mi 30 – 30.

Usted no lastimaría a nadie ni con una hojita de papel, pero ahí está, para que desembuche.

Cuando estuve ahí encerrado conocí infinidad de gente. Muchos por robo o asesinato, pero los más interesantes fueron los políticos.

¡Ah, chi…! Y ¿qué tienen esos de interesantes?

No esos, los presos políticos. Si viera lo harto ingeniosos que eran. Llevaban ideas sobre libertad y socialismo. Incluso Revolución, usted creerá. Todos muy entusiasmados, sobre todo ese viejito de barba de chivo que querían mucho. Le decían Pepe y era un revoltoso; por José y por Revueltas. Ya lo conocía, pero era la segunda vez que coincidíamos. Apenas el año pasado fue su centenario. Un buen tipo. En su celda platicábamos largo y tendido, aunque la mayoría de las cosas no le entendí, menos cuando hablaba de Hegel.

¿Y usted que hacía en Lecumberri?

Por solidaridad, Tony, pura solidaridad.

Solidaridad que me ayude a limpiar los baños que ya son un asco.

Pepe fue un obstinado hasta el final.

¿No le digo?

No se cansó de pisar la cárcel en nombre de sus ideales. Casi cinco años de presidio.

Casi nada. El primo de un amigo lleva entambado casi diez años.

Como sea. Años antes de entregarse en cuerpo y alma al movimiento estudiantil de 1968 lo conocí en Parque Hundido. Él iba con un compañero cuyo nombre no recuerdo, pero lo importante de esta historia es el discurso que pronunció a los perros que lo acompañaron durante su comida.

¿Apoco lo ladró?

Lo entonó magistralmente, hasta González Rojo escribió un librito de aquella anécdota. Chulo, con ilustraciones y toda la cosa. Para los compañeros canes, los camaradas perros callejeros.

Ya va a empezar usted con su poesía. Ande, tómese otro caballito, porque sino en vez de aullar voy a morderlo.

R. R. Fullton.

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Enrique González Rojo. Discurso de José Revueltas a los perros en el Parque Hundido.

Los errores.

El apando.

MasCultura 09-02-16