LAS MIL Y UNA NOCHES: una metáfora del placer de contar y escuchar historias

Leer Las mil y una noches es acceder a un territorio plagado de portentos, amores fulminantes, celos desgarradores, despiadadas traiciones. En este mundo apasionante, cuyo interés no suele decaer, los extremos coexisten con naturalidad, siempre en tensión: el odio y la bondad, la mentira y la verdad, la justicia y la iniquidad, la vida y la muerte. Pese a sus numerosos personajes, los verdaderos protagonistas del libro son el arte de contar y el placer de escuchar o leer historias que nos distraigan, nos alivien el dolor y de algún modo terminen por redimirnos, como al rey Shariyar y a Sherezada, dos de los personajes más memorables en la historia de la literatura.

Son incontables y muy divergentes entre sí las versiones que circulan de esta obra cumbre. Curiosamente, los cuentos más conocidos del libro no pertenecen a él: ¿a quién no le suenan “Aladino y la lámpara maravillosa”, “Alí babá y los cuarenta ladrones” o “Simbad el marino”? Según nos cuenta René R. Khawam, responsable de esta edición, los mencionados relatos son anteriores a la compilación que nos ocupa (él mismo ha editado “Simbad el marino” como libro independiente).  Nacido en Siria en 1917 y fallecido en París en 2004, Khawam dedicó 20 años de su vida a preparar una edición de Las mil y una noches que resultara lo más fiel posible al original; el resultado, rescatado recientemente por la excelente editorial Edhasa, se publicó por primera vez entre 1986 y 1987, en cuatro tomos, cada uno con respectiva introducción.

El estudioso sirio cuestiona algunas ideas que nos hemos acostumbrado a tomar como ciertas respecto de la obra que nos ocupa. ¿Su escritura es anterior al siglo X? No: según Khawam, el libro se escribió en el siglo XIII. ¿Se trata de un libro colectivo? Para el editor, es producto de una sola pluma; incluso sugiere que no es improbable que en los próximos años se descubra la identidad del autor. ¿Está compuesta la compilación efectivamente de mil y una noches? No. Según nos ilustra Khawam, en árabe “mil y una noches” quiere decir “muchas noches”; agrega que muchos editores del libro han sumado relatos ajenos a la obra para que las noches resultaran mil y una, de modo que el conjunto resulta forzado.

En sus estudios introductorios, René confronta diversas ediciones europeas del libro, empezando por la primera, del francés Antoine Galland (1646-1715), publicada en 1704, y pasando por las de Torrent (de 1828), Lane (1839-1841), Payne (1882-1888), Burton (1885-1888) y Hennig (1895-1897), entre otras. Aunque no se ensaña con quienes lo precedieron en su labor, Khawam les señala deficiencias, de las cuales las más relevantes son la de inflar Las noches con episodios írritos a ellas y la de censurar o maquillar ciertos pasajes con contenido erótico.

Cada relato incluido en la edición de Khawam viene acompañado con una nota al pie en la que se indica la procedencia del texto y su aparición y orden en los manuscritos más fieles a la obra.   

No tiene la versión del arabista sirio una gran carga de voluptuosidad (la tiene, por ejemplo, la versión de la Ediciones 29, traducida por Jacinto León Ignacio, publicada por primera vez en 1972); pese a ello, tampoco adolece de moralina. Además, Khawam se muestra tan documentado, todo un erudito en su materia, que nos convence de estar ante una edición fiable, pese a que quizás nos haga falta el erotismo de otras selecciones.

Tal vez resulte ocioso resumir la historia que, en todas sus versiones, constituye el arranque de Las mil y una noches: la del rey Shariyar, víctima de su adúltera mujer, que ante su dolor decide matar a cada mujer que desposa una noche después de la boda; la de Sherezada, que asume el reto de enfrentarse al peligro que constituye casarse con el sultán y que a través de los relatos que le cuenta noche tras noche, siempre interrumpidos en el punto culminante, consigue que el soberano le perdone la vida y frene su negro historial. (Para Vargas Llosa, gracias a los cuentos de Sherezada el rey pasa de ser un ser cruel e impasible ante el dolor ajeno a un “un ser civil, sensible y soñador”). Lo que sí conviene señalar es que en esta versión la historia-marco no se extiende a lo largo de todo el libro, sino que conforma el primero de sus relatos; es decir, el cuento se abre y se cierra, y Sherezada no aparece como la narradora de las narraciones posteriores. En esta edición, los relatos no son interrumpidos por la llegada del alba, sino narrados sin cortes hasta su culminación. Esto rompe de cierta forma la ilusión de que la mujer cuenta las historias a su marido para contener su odio contra las mujeres y salvar su vida. De cualquier modo, la estructura elegida no obsta para apreciar la gracia de los cuentos.

¿Qué puede encontrar el lector contemporáneo en un clásico como este? Antes que nada, una muestra fehaciente de que el arte del buen contar, de embrujar al lector con la historia que se le narra, se remonta a siglos atrás. Nada le piden Las mil y una noches a los narradores más eficientes. El manejo del conflicto es magistral en la obra: aparece en un principio, enganchando al lector y, luego de diversas contrariedades, se resuelve de manera satisfactoria. Si bien los finales no son sorpresivos, sí son congruentes: en ellos, el orden roto se restablece y las injusticias suelen ser reparadas.

Hay drama en esta colección, pero también comicidad (esta última aparece sobre todo en los cuentos protagonizados por los hermanos del tremebundo barbero). Buena parte del libro está estructurado con base en cajas chinas: historias dentro de historias. Alguien cuenta una historia dentro la cual los personajes cuentan historias dentro de las cuales también hay personajes que cuentan sus propias historias. Este recurso no solo impacta en la forma del libro, sino también en su contenido: apunta a un mundo en la que todos narran, regularmente para salvar la vida, tal como Sherezada, pero también para deleitar con sus narraciones. La misma obra es una metáfora de cómo la ficción nos enriquece la vida, nos da acceso a mundos inimaginables y fantásticos, nos saca de nosotros mismos y favorece la empatía con los demás, tal como le ocurre al rey Shariyar.

Más que ideas, Las mil y una noches ofrece historias gozosas, que valen por sí mismas y no por los mensajes que de ella se puedan extraer. Genios malvados, brujas bondadosas, metamorfosis de hombres y mujeres en animales, viajes largos y sorpresivos, amores contrariados y culminados, y coincidencias asombrosas son algunas de las maravillas que se dan cita en este libro rico, imaginativo, cuya lectura no tiene nada de ardua. Vale la pena adentrarse en la travesía de sus más de mil páginas.

Javier Munguía
http://www.javiermunguia.blogspot.com/

Las mil y una noches de René R. Khawam en Gandhi

Imagen 1 y 2: Portada del libro Las mil y una noches de René R. Khawam