Leal, el perro

“Es difícil, para un perro pastor alemán que vive al servicio de un grupo humano, no añorar la libertad que conoció como cachorro. Y sobre todo no sentir nostalgia por todo lo que perdió en sus vivencias con los mapuches, los indios de la Araucanía en Chile.

"Y es que nuestro perro se cayó en la nieve y, rescatado por un jaguar, fue a dar en un poblado mapuche. Allí creció con su compañero Aukamañ, el niño indio que era como un hermano para él, y allí aprendió a respetar a la naturaleza y a todas sus criaturas. Sin embargo, ahora debe obedecer las órdenes de aquellos para los que trabaja y dar caza a un fugitivo misterioso, escondido más allá del río. ¿Adónde nos llevará la caza? El destino está escrito en su propio nombre, Leal, y le llevará a una situación que pondrá a prueba, pasado tanto tiempo, su fidelidad a viejos lazos de afecto. Y el sentido de su nombre.”

“La manada de hombres tiene miedo. Lo sé porque soy un perro y el olor ácido del miedo me llega al olfato. El miedo huele siempre igual y da lo mismo si lo siente waren, el ratón que come hasta que su peso se convierte en lastre, cuando wigña, el gato del monte, se mueve sigiloso entre los arbustos.

“Es tan fuerte el hedor del miedo de los hombres que perturba los aromas de la tierra húmeda, de los árboles y de las plantas, de las bayas, de los hongos y del musgo que el viento me trae desde la espesura del bosque.

“El aire también me trae, aunque levemente, el olor del fugitivo, pero el huele diferente, huele a leña seca, a harina y a manzana. Huele a todo lo que perdí.”

Información extraída de Sepúlveda, Luis. Historia de un perro llamado Leal, Barcelona: Tusquets, 2016, 94 pp.

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MasCultura 14-jun-16