Hasta el último momento
No sé cómo lo vean ustedes, tampoco sé si tiene que ver con lo que uno hace, los trabajos o las horas que duerme, pero el tiempo cada vez se va más rápido y, cada vez, nos precipitamos más hacia la muerte. A ese otro paso de lo que llamamos vida. El punto final de lo que uno fue. O quizá no, depende de cada uno, ¿no creen?
José María Pérez Gay fue un escritor y diplomático que falleció en el 2013. Su hermano menor, Rafael Pérez Gay nos comparte, en su reciente libro "El cerebro de mi hermano" (Seix Barral, 2013), la relación entre los dos durante el último periodo de vida de “Pepe”, así como algunas anécdotas donde recuerda la prodigiosa memoria y la vocación nocturna para trabajar de quien sería un importante personaje en la cultura mexicana.
Uno nunca se lo espera, siempre se tiene la sensación de que falta mucho tiempo para que los primeros síntomas de la última estancia en vida lleguen. Sin embargo, para José María Pérez Gay llegaron como cansancios, como deseos de estar dormido y uno que otro desliz en algún recuerdo, una breve confusión, hasta que esos síntomas se agravaron. Los médicos cubanos y los médicos estadounidenses, así como los mexicanos hicieron lo que estaba al alcance de sus manos, pero el desgastado cuerpo y la confundida mente de Pepe no lo soportaron y sucedió lo inevitable.
Rafael Pérez Gay, desde sus palabras, quizá catárticas, para con el dolor de perder a una persona cercana, nos cuenta las peripecias que surcaron la familia y los amigos, en medida de lo posible, para mantener estable a José María, el intelectual, el traductor, el político de izquierda obradorista, el padre, el esposo, el hermano y el hijo en el que terminó por convertirse.
"El cerebro de mi hermano" es un testimonio del sufrimiento inevitable ante la pérdida, pero también uno de los recuerdos y los momentos gratos que se viven; es una crónica que sabe que sólo tiene un punto de llegada y que no hay vuelta atrás. Es, también, una toma de conciencia que se hace frente al páramo último de la existencia, porque sin esto, dirá Rafael que entonces será imposible un goce genuino: saber que los días que nos llenan de felicidad son pocos y están contados. ¿Ustedes han pensado en eso? A veces pareciera difícil y más si se es joven, pues a uno lo inunda un sentimiento de inmortalidad, un pensamiento sobre los larguísimos años que hacen falta para ello, aunque a veces eso sea sólo un espejismo. La muerte aguarda en cualquier esquina, incluso, muchas veces escondida en uno mismo.
Rafael Pérez Gay nos comparte unas páginas íntimas donde reflexiona sobre la vida y la muerte. Cada momento nos arrebata algo de nosotros. En muy poco tiempo, José María fue despojado casi de todo, excepto del cariño de su familia y sus amigos, quienes estuvieron ahí hasta el último momento.
Por: Rolando Ramiro Vázquez Mendoza
Imagen: Portada del libro"El cerebro de mi hermano", de Rafael Pérez Gay.
Mascultura 23-Ene-14