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Soñar y soñar… Sobre "¡Cobre, penique! Sueños y otras ficciones" de Ángel Miquel

Soñar quizá consista en una de las funciones más extraordinarias de nuestro cuerpo, aunque muchos de los sueños que llegamos a tener no siempre sean placenteros o agradables y más bien nos infundan dudas y miedos. Sin embargo, la maravilla de la sola acción de soñar habla por sí misma. Es triste que en varias ocasiones, una vez que nos despertamos, el sueño se diluya.

¿Quién de ustedes se ha visto con la imperiosa necesidad de escribir sus sueños después del primer parpadeo matutino? Como parte de una tradición poco difundida entre algunos escritores, sobre todo, quizá, con un gran alcance entre los románticos y los surrealistas, Ángel Miquel nos comparte “¡Cobre, penique! Sueños y otras ficciones” (Trilce Ediciones, 2013), un libro que dialoga con los libros y los sueños de otros autores.

En “¡Cobre, penique!” no sólo encontramos algunos de los sueños del escritor mexicano, sino, también, los de otros amigos de Ángel Miquel, disquisiciones en torno al tema, breves apuntes y comentarios. Aquí, seremos coparticipes de visiones que van desde pláticas con el presidente en turno durante la juventud del autor, hasta visiones premonitorias, travesías de vuelo, cardenales sifilíticos e invasiones extraterrestres.

¿Cuál sería un buen motivo para escribir los sueños? Ángel Miquel se inclina por el placer de recrearlos. Como garantía contra el olvido, el papel –o la memoria USB– tienen un lugar imprescindible. ¿Ustedes para qué quisieran recordar sus sueños? Algunos apuestan por la remota cualidad del vaticinio. Seguro a alguno de ustedes, creyentes lectores, le ha sucedido que cierta actividad o acontecimiento, antes de realizarse, ya la había soñado. No tal cual se manifiesta, pero sí con características similares que confluyen en el mismo hecho. En “¡Cobre, penique!” el autor nos comparte unos ejemplos. Al respecto, John William Dunne consideró que los sueños no sólo contienen elementos retrospectivos, sino también precognitivos, aunque se presenten en dosis mínimas a la hora de dormir. Tomen nota. Para poder percatarse de cuando uno sueña el futuro, el consejo de Dunne es sencillo: únicamente se necesitan lápiz y papel, para escribir enseguida al despertar.

“¡Cobre, penique!” nos conduce por situaciones hilarantes y placenteras que, en opinión del autor, le dan otro color a la cotidianeidad de la vida. La reverberante característica de los sueños ilumina otra vida que yace en nuestra mente y que jamás abandona la posibilidad de escapar de ella.

Algunos anhelan fervientemente el mundo que han dejado entre cobijas y almohadas. Quieren regresar a ese universo que se ha quedado en un no-lugar, en una utopía. Quizá por esa razón se le llamen sueños a las esperanzas que uno llega a encerrar en lo más profundo de sí, deseos infantiles o juveniles que se difuminan con el tiempo volcado hacia el envejecimiento. Tal vez por esa razón se convoca a jamás dejar de soñar, pues la vida sin los sueños no es vida, sino una gris travesía.

Rolando Ramiro Vázquez Mendoza

Imagen: Portada del libro “¡Cobre, penique! Sueños y otras ficciones”, de Ángel Miquel.
Mascultura 09-May-14