ALPHAVILLE, el terreno perdido del tiempo

Existe una ciudad escondida en los confines de la galaxia. Está gobernada por una macro computadora que, en consecuencia, dirige la vida de sus gobernados con una lógica implacable, matemática, lineal, sin dobles interpretaciones. Pero he aquí que un extraño detective parecido a Dick Tracy, disfrazado de periodista pero luciendo como ex policía, llega para rescatar a un científico que peligra por una sencilla razón: si no peligrara, ¿qué hace ahí un detective que quiere rescatarlo? La ciudad se llama Alphaville y aunque luce como París todo es una mentira elaborada binariamente. Alphaville es la prisión más grande del universo, la cárcel de las pasiones sacrificadas, el terreno perdido del tiempo.

Jean-Luc Godard se permitió jugar en 1965 con la idea de una ciudad que prohibiera a sus gobernados la libertad de la emoción, la salida de la pasión; un gobierno cerrado y ultraconservador que se refugia en la lógica para perseguir y asesinar en elegantes fusilamientos dentro de piscinas ultra modernas a quien se atreva a usar otra línea de pensamiento, a quien desafíe un “nosotros” en busca de un corto y fugaz “yo” manifestado a través de la felicidad o de sentimientos alejados del positivismo. La pasión en contra de la ciencia.

La elaboración de una película así y de su narración detectivesca en combinación perfecta con ciencia ficción retro futurista (sin Alphaville Blade Runner quizá no hubiera existido), respondía a un momento histórico igualmente enfrentado: poco antes de las revueltas juveniles que pedirían lo imposible y que destrozarían a la razón en busca de alimentos más nutritivos para el cerebro. Lo consigue.

Estirando el pensamiento lógico y racional al máximo, Godard no solamente reinventa para su mundo a la ciencia ficción (incluso gente como Cronenberg le deben acercamientos al género), sino que a través de él, realiza una crítica feroz y frontal a los gobiernos occidentales en general, y al francés en particular, acusándolo de una cerrazón digna de una dictadura, de un control sobre sus ciudadanos que podría llamarse paranoico. ¿Qué más paranoico que la presencia de un Gran Hermano orwelliano y que aquí se llama Alpha 60, la macro computadora que lo ve todo y lo controla todo? ¿Qué mejor metáfora de malos gobiernos que una que los coloca en los confines del universo, allá donde no pueden vernos pero sí se atreven a gobernarnos? ¿Cómo podemos viajar a través de la galaxia montados en un Ford Mustang? De una sola forma, en una película de ciencia ficción escrita y dirigida por Jean-Luc Godard.

Por: Erick Estrada www.cinegarage.com

Alphaville de Jean-Luc Godard en Gandhi.

Imagen: Cartel de la película Alphaville.
Imagen 2: Portada del DVD de la película Alphaville.
Mascultura 18-Ene-12