Pequeños placeres en conversación con BEF y Martín Solares

A las 7:30 en punto de la noche, las luces del salón de la Librería Gandhi Mauricio Achar comienzan a bajar su intensidad; la tenue iluminación da entrada a un hombre de traje que se coloca frente a las hileras de asientos y de los espectadores; nos pide prestar atención y regaña amablemente a quienes se distraen con sus teléfonos celulares: todos miramos al frente, insiste que nos concentremos aguardando lo inesperado. La fuerza mental colectiva -y los ordenadores en el fondo de la sala- hacen aparecer una pantalla amarilla con una leyenda en tinta morada que nos da la bienvenida; junto con ella, también aparece BEF, que saluda a Martín Solares, el anfitrión de la noche.

Ambos escritores toman asiento, tras una breve explicación de la dinámica del evento. Martín, bastante alegre, habla del libro de cuentos de BEF que está por salir a la luz. ¿Qué se necesita para escribir un buen libro de cuentos? El también historietista piensa en la respuesta: se necesita claridad, aunque confiesa no tener una respuesta más precisa. Cree que la escritura va mejorando entre más edad tiene el escritor y lamenta el daño que ha hecho el caso de Rimbaud, entre otros, pues dicha figura impone la necesidad de haber concluido una obra maestra a edades muy cortas.

Martín Solares nos conduce a un terreno más íntimo de la experiencia creativa: habla de su proceso de escritura que no es sencillo. No sólo por la voz del editor interno que retumba en su mente cuando escribe, queriendo imponer la corrección tajante, sino por la impostergable tarea de cuidar a sus hijos, pequeños bólidos que también gustan de los libros, si bien no para leerlos, sí para hojearlos y arrancar algunas portadas.

La charla, que constantemente produce risas entre los asistentes, fluye sin cauce a un sin fin de temas, hasta que entramos a otro terreno. Solares, que en un principio se ganó la vida haciendo dibujos, da pauta para platicar sobre las novelas gráficas. BEF se desata; está en su elemento. Declara su certeza de vivir en un país considerablemente visual. Argumenta con un comentario que en cierta ocasión le esgrimieron: ustedes, los mexicanos, son como el Japón de Latinoamérica por la prevaleciente cultura visual que tienen. ¿Será la única coincidencia? BEF no suelta el tema y nos habla de cómo reconocer una novela gráfica con sólo verla: cómics con estructura de novela y con ambición literaria que, de alguna forma como las novelas tradicionales, buscan explicar parte de la complejidad de la existencia humana.

Los cómics son un gran descubrimiento para los estudios culturales de los últimos años. Tienen mucho en común con manifestaciones artísticas más hegemónicas y es por ello, quizá, que su campo aún tiene mucho por ofrecer. Y aunque es imprescindible la simbiosis entre el dibujo y la literatura, ambos escritores se muestran de acuerdo con que los cómics necesitan más narradores que dibujantes. BEF rememora sus inicios, escribiendo guiones para cómics. “Yo empecé a dibujar los cómics con palabras y aprendí las bases del oficio narrativo leyendo a Alan Moore y a Frank Miller.”

Los escritores tienen que desacelerar el avance de la conversación, aún falta la sesión de preguntas y el tiempo apremia. De entre los comentarios emanan temas que quedaron en el tintero. La estrecha relación que hay entre lo visual y la destreza de unir la literatura policíaca con la literatura infantil. BEF es certero con respecto al tema de la LIJ: ésta permite, de entre sus pequeños placeres, la posibilidad de un final feliz y de la esperanza.

Hacia el final de la sesión, el pequeño editor interno de Solares surge para hacer algunas recomendaciones. Con crayón en mano y un cuaderno de dibujo explica las necesidades de algunas novelas, sus inagotables ramificaciones y la forzosa poda que tiene que hacerse durante la escritura y la revisión: en la literatura hay tanto placer como obligatorios sacrificios.

Los aplausos llueven para despedir a BEF y a Martín Solares que tuvieron que contenerse las ganas de seguir platicando en tan agradable presentación. Esperan al frente para firmar algunos libros. Es un final feliz como los que disfruta BEF de la LIJ, una posibilidad de esperanza que no sólo debería evocarse en el salón, sino permear el país completo, que tan necesitado está de ella.

Por Rolando Ramiro Vázquez Mendoza @LordNoa

Mascultura 12-ago-15