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La literatura y los límites de lo perverso

La literatura y los límites de lo perverso
SECUENCIAS
Christian L. Volkmar

Siempre me he preguntado dónde se encuentra el límite del deseo, la delgada línea entre la fantasía y volver los pensamientos realidad. Como animales salvajes enjaulados en sus pensamientos y deseos, ansiosos por liberarnos y volcarnos en otro, ¿dónde está la línea de la fantasía, la moral y la perversión? ¿De verdad es incontenible el deseo de consumarse en otro? Imaginen a Henry Miller, hablando de miembros, cuerpos, bocas, braguetas, poseyendo a la mujer que amaba y a la mujer que se cruzaba por enfrente, pero al mismo tiempo en Sexus, reconociendo que “para llegar a las profundidades de una mujer, es cuando le entregas tu alma inequívocamente”.

Se habla de sonidos, de rituales, de circos montados en habitaciones oscuras y a media luz. Pasión, arrojo y amor. Bukowski haciendo lo máximo o lo mínimo para invitar a decenas de Mujeres a pasar un momento en su habitación, para terminar mirándose frente al espejo y descubrir que puede existir la conjunción de cuerpos, pero sin la unión de almas o pensamiento se encontrará de nuevo solo, completamente vacío. En Mujeres leemos los gozos de un hombre, disfrazados de soledad y demasiada melancolía, la derrota de un hombre insaciable de amor, no tanto de deseo. Y entonces el amor se convierte en perversión, amar como si fuese una prostitución del alma, como dice Hanif Kureishi en Algo que contarte. Muchas veces creemos que lo que llamamos perversiones nos lleva necesariamente a indagar en territorios desconocidos de intercambios, infidelidades, grupos, instrumentos y hoteles, cuando en cualquier intimidad es posible saciar el hambre del propio cuerpo y espíritu: hombres y mujeres que se enamoran para continuar inyectándose la droga necesaria de la atención, el cariño, el orgullo, la admiración y el reconocimiento, para sentir la energía necesaria de continuar.

Como vampiros succionando la sangre del otro, vamos saltando de lado a lado, y nunca termina de ser suficiente. Y quizás sea la propia naturaleza o nuestra propia inestabilidad, al final se vuelve el camino de la propia búsqueda, sacudiendo así los mitos, tabúes, y miedos en torno a nuestros cuerpos y a la sexualidad, necesaria para algunos, irrelevante para otros, pero sobre la que todos debemos contar con el derecho a decidir con quién, cómo, cuándo y dónde; en el momento preciso o en los momentos inadecuados, deshaciendo las barreras de la mente, del prejuicio.

Todo esto no podría haberlo aceptado y descubierto, de no ser por Inmaculada (Inmaculada o los placeres de la inocencia), una joven que dentro de la narrativa de Juan García Ponce, decidió llevar a su máximo nivel el placer, reconociendo su cuerpo y las bocas de otros, llenándose hasta el hartazgo de haberlo vivido tanto, que se encuentra saciada y satisfecha con ella y el deseo. Para poder volver y continuar, sin remordimientos, sin arrepentimientos. Un capítulo y nada más.

¿A qué llamamos perversión? Y es que cada uno tiene su propia concepción de ello, y del deseo, considerando que mientras haya voluntad de ambas partes, así como de libertad, el amor debería disfrutarse tal y como es. Pocos podremos olvidar la adaptación de la obra de André Aciman, a través del ojo de Luca Guadagnino, en Llámame por tu nombre. El primer romance de Elio a sus 17 años, con Oliver, un norteamericano mayor que él. La pasión y el cariño inesperados, traído a través de una amistad. El deseo incontenible de intentar algo nuevo, de experimentar, la fascinación por el placer y el creer que el amor en la bucólica Italia durará para siempre. Un adolescente adentrándose en el amor y la sexualidad, y un hombre regresando a eso mismo, como si fuese nuevo, viviéndolo sin miedo.

Desde hace mucho tiempo se vive y después se escribe, a través de la pasión humana. Sin el fruto de aquellas pasiones —y supuestas perversiones— no existirían las grandes obras de cientos de seres humanos ávidos de expulsar las emociones y recuerdos incontenibles, todo como un cierto método terapéutico. Por otra parte, teniendo a los lectores que se reconocen en todas esas obras, en aquellas cenas, en aquellas camas, besos, cuerpos, encuentros casuales, y viajes… lectores que fantasean o alimentan sus fantasías. En la imaginación todo está permitido, ¿cómo ponerle límite al pensamiento? Sabemos que, por supuesto, hay un lado maligno y oscuro en la humanidad, conciencias egoístas, que han cruzado el límite, causando daños irreparables por satisfacer sus cuerpos contaminados.

Sin embargo, creo profundamente que la pasión y el deseo, en conjunto con el amor, la confianza y el respeto, son aspectos de la humanidad que deben vivirse en libertad, sin culpa, en la intimidad, y ante el mundo, sin prejuicios. Los libros, pues, abren nuestras mentes y nuestras almas. Y leemos, leemos más, para descubrirnos a nosotros mismos, y voltear a ver a los otros. Para descubrir que no hay amor sólo dentro de la “normalidad” y que las perversiones son las llaves para los límites del deseo. +

Twitter: @att_volk

 

 

En la imagen superior: The Angel of Meat, por Mark Ryden