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200 años de Richard Wagner, el genio y poeta de la música dramática

La música de Richard Wagner se impuso sobre las sombras que siguen rodeando al más venerado y a la vez polémico compositor alemán, objeto de un cúmulo de homenajes en su bicentenario tanto en su Leipzig natal como en Bayreuth, la ciudad bávara volcada al culto incondicional al genio.

Leipzig descubrió por fin su monumento a Wagner, a modo de reconocimiento tardío al genio universal nacido en esa ciudad sajona, el 22 de mayo de 1813, consistente en una escultura del compositor en su juventud, envuelto en una enorme sombra.

"Wagner representa como ningún otro artista nuestra propia historia rota", apuntó el ministro de Defensa, Thomas de Maizière, máximo representante institucional en la ceremonia de la ciudad natal de Wagner.

El diseño de la escultura refleja los sentimientos encontrados de los propios alemanes hacia un compositor estigmatizado como controvertido, principalmente por un antisemitismo confeso en vida que le convirtió medio siglo después de muerto en icono propagandístico del nazismo.

"A algunos alemanes les cuesta aún admirar abiertamente a Wagner por ese factor. Otros apelan a la teórica neutralidad de su música para adorar su grandeza. Y luego están quienes le veneran por pura fascinación por el mal", resumía Nike Wagner, descendiente del compositor.

Nike es una de las "disidentes" más reconocidas de la saga de los Wagner, proscrita del Festival de Bayreuth en tiempos del patriarca Wolfgang Wagner, nieto del genio que dirigió el certamen durante más de medio siglo y cuya sucesión se disputaron varias descendientes.

La sobrina rebelde del fallecido patriarca estuvo en uno de los múltiples homenajes del bicentenario, mientras Katharina Wagner, biznieta del genio y codirectora del festival junto a su hermanastra Eva, iba de acto en acto, entre Leipzig y Bayreuth.

La inauguración de la escultura, obra de Stephan Balkenhol, y el posterior concierto en la Universidad fueron el punto culminante del Año Wagner en Leipzig, que extendió en unos 70 actos las conmemoraciones del bicentenario.

Bayreuth no necesita mirar al calendario para rendirse a Wagner, puesto que la ciudad es exponente del culto incondicional y exclusivo al compositor del "Anillo del Nibelungo".

Fue la ciudad elegida por Wagner para levantar un teatro, cuya construcción le arruinó a él y a varios de sus mecenas, y su festival es aún hoy el único del mundo en que cualquier otro compositor está proscrito del programa.

Bayreuth reedita temporada a temporada el esquema y espíritu con que Wagner fundó el festival, en agosto de 1876, con la primera representación de "El Oro del Rin".

Ni siquiera tras su refundación, en los años 50, bajo custodia de los aliados que derrotaron al Tercer Reich y tras su etapa de sumisión a Adolf Hitler, se planteó salirse de ese esquema.

La tetralogía del "Anillo" da para tantas interpretaciones como la personalidad convulsa y el ideario de Wagner, que además de antisemita fue, según qué momento, anticapitalista, anarquista, antimonárquico o teórico gran amigo de Luis II de Baviera.

Wagner revolucionó la ópera, fue más allá del romanticismo de su época, imprimió a su música una intensidad nunca superada, lo que admiten incluso quienes la detestan por excesiva, y eso pesa por encima de las sombras de su personalidad contradictoria.

El viejo teatro sobre la Verde Colina de Bayreuth abrió excepcionalmente las puertas para el concierto del bicentenario, fuera de la temporada veraniega de la última semana de julio a final de agosto.

A la batuta estaba Christian Thielemann, director en nómina de la casa, con un programa sin sorpresas -el primer acto de "La Valquiria", las aperturas del "Tristán y "Los maestros cantores de Nuremberg", entre otras piezas cumbre.

Para el 26 de julio se anuncia el acontecimiento más esperado de los wagnerianos de todo el mundo tras varias temporadas de sequía de grandes impactos en Bayreuth: el estreno de un nuevo "Anillo", del provocador Frank Castorf.