Artículo: "Formas que ocupan un espacio"
Estamos en un momento en que se multiplican las imágenes en los cuerpos. El tatuaje, como materia del artista, lleva el sello que éste le imprime. El trazo, el relleno, el contorno o el volumen de la tinta impregnada en la piel quedarán marcados por el espíritu de una forma que genera un recuerdo y que se volverá inconfundible, intransferible, constructivo y artístico en una aceptación de valor esencial y de técnica.
El dolor es parte del proceso, y la tinta se hace con frecuencia adictiva una vez que la has impregnado en tu cuerpo.
Si existiera la opción de cambiar el nombre de tatuaje, propondría el termino artístico de action painting (pintura de acción), como definiría en 1929 Alfred Barr a los primeros cuadros de Kandinsky. De la imaginación nace la expresión abstracta de la figura y ésta pide que se viva directamente en imágenes que se convertirán en acontecimientos súbitos en la piel.
Jack London tenía una frase bastante arriesgada en su tiempo sobre los tatuajes, ya que no eran comunes y sólo solían tenerlos las personas valientes o del mundo criminal: “Muéstrame un hombre con un tatuaje y te mostraré un hombre con un pasado interesante”. Esto cambió en los últimos años, cuando corrientes artísticas como la música lo han rescatado como elemento contracultural en una sociedad que ha querido censurar la rebeldía. Los Rolling Stones fueron una de las primeras bandas que crearon una personalidad fuerte con el uso de los tatuajes.
En estas tres últimas décadas, bandas o personajes como Ozzy Osbourne, Lemmy Kilmister, Phil Anselmo, Kiss, Jane's Adiction, Iron Maiden, Stray Cats, Psychic TV y Black Flag aprovecharon el movimiento de las agujas de subir y bajar para entrar en la piel, la fusión con el switch de pedal (para controlar la máquina con el pie) plantillas de tatuajes, guantes de látex, tubos estériles, anillos de goma y las botellas de tinta con los colores primarios para crear una moda de estética corporal. Dado que la imagen es nueva y el mundo es nuevo, los caracteres de una copia de la realidad están separados de todo sueño, pero esta representación exterior manifiesta una sensibilidad hasta en las letras. Cuando alguien se dispone a bosquejar un tatuaje inspirado en libros o autores, toma en consideración las sensaciones que lo envuelven y la lectura que les incitó para ser parte de un fragmento importante en la historia de la novela y así dejar tatuados a clásicos como Oscar Wilde, H. P. Lovecraft, Edgar Allan Poe, Arthur Rimbaud, Antoine de Saint Exupéry, Julio Cortázar, Federico García Lorca o Jack Kerouac. En “El ‘yo pecador’ del artista”, Charles Baudelaire describe al otoño como si se tatuara en la piel, acercándonos con palabras a lo que debe sentir quien tiene una aguja dibujando sobre el cuerpo: “¡Cuán penetrante es el final del día en otoño! ¡Ay! ¡Penetrante hasta el dolor! Pues hay en él ciertas sensaciones deliciosas, no por vagas menos intensas; y no hay punta más acerada que la de lo infinito”.
Una trasformación en los tatuajes consiste en hacer grabados antiguos en el torso humano. El grabado es un proceso similar al poner un sello de tinta. El artista crea un diseño y luego lo talla en un material duro que puede ser madera o acero. Se invierte la tinta y presiona sobre ella una hoja de papel para plasmar la impresión.
Los tatuajes en grabado son con colores neutros, sombríos y nostálgicos que remiten al ocultismo o hacen referencia a personajes esotéricos como Helena Blavatsky o Aleister Crowley. Misteriosamente están impregnados de una elegancia con un contenido enigmático, religioso o inmerso en la exploración científica. Estas ilustraciones se realizan mediante contornos penetrantes y una técnica suficientemente compleja para abordar el dolor. Es una maravilla que los grabados artísticos de Gustave Doré, Rembrandt o Francisco de Goya, que son algunos de los principales grabadores de todos los tiempos, queden marcados de por vida en la piel. La técnica del grabado en la piel sigue vigente y la hacen muchos artistas, como la francesa Maud Dardeau, el estadounidense Brucius o el italiano Ottorino d’Ambra, formando una obra bastante amplia y atractiva en tatuajes de grabados antiguos.
Seguiremos dentro de las corrientes figurativas que provocan reacciones y técnicas concretas para continuar rayándonos el alma, esperando que el futuro nos brinde una alteración programada de imágenes a seis dimensiones solamente para tatuarnos la piel.
Por Ulysses Avath
MasCultura 13-jun16