Héctor Zagal: Sor Filotea y el vampiro

Héctor Zagal: Sor Filotea y el vampiro

Héctor Zagal: Sor Filotea y el vampiro

José Luis Trueba Lara

El vampiro del virrey, de Héctor Zagal, revisita y transforma la literatura colonialista: la llegada de un chupasangre a Nueva España y su enfrentamiento con una monja que hace honor al Siglo de las Luces nos ofrece una mirada distinta sobre aquellos tiempos. Era necesario conversar con él y, por supuesto, lo más importante: dejarlo hablar sin interrupciones.

En el siglo xviii, Nueva España no sólo estaba poblada por seres humanos: los ángeles, los demonios y las ánimas del purgatorio se aparecían un día sí y al otro también. Ese mundo estaba lleno de espantos, de almas que venían a pedir que rezaran por ellas o, si estaban en el infierno, llegaban para avisarte: “Pórtate bien, porque mira cómo terminé”. Éste es un asunto que ya había sido explorado en la literatura colonialista mexicana y, ante este hecho, pensé que nos hacía falta un vampiro. ¿Por qué demonios no podía existir un vampiro novohispano? Y, por supuesto, debía tener un rival a su altura: sor Filotea, que sin duda es un guiño a sor Juana.

Sor Filotea —una monja rica, con privilegios en el convento donde vive— ya había estudiado a las criaturas sobrenaturales en un tratado que leyó como teóloga racionalista. Además, para sobrevivir en ese mundo de opresión y superstición patriarcal, ella logró tejer una red de contactos a la manera de sor Juana; además cuenta con una amistad muy importante: fray Dionisio de Fuensalida, el secretario del inquisidor general, que tiene en sus manos los hilos del Santo Oficio. El inquisidor ya está muy viejo, y Fuensalida es alto, fuerte, bien parecido y obsesivo.

Fuensalida acude a sor Filotea para decirle: “Acabo de traducir el Opus Diaboli escrito por un autor transilvano. La obra habla sobre los vampiros. Le puedo decir que tengo certeza y noticia de que viene un personaje siniestro”. Él se refiere a Ioan Apafi, un Borbón que es primo del rey de España y heredero del trono de Transilvania. Alguien que —como en una película de Hollywood— está dispuesto a hacer y sembrar el mal. Es necesario recordar que, en la literatura vampiresca, hay dos tradiciones perfectamente separadas: la del vampiro feo, como el de Bram Stoker, que es horroroso al grado de tener pelos en las palmas de las manos. Yo no sé qué costumbres tenía, pero así era. Además, está el vampiro creado por Polidori, que es guapísimo, elegante y siempre distinguido. Yo opté por traer a Nueva España a un vampiro de esta tradición que, por supuesto, habla muy mal español.

Apafi es un personaje dieciochesco: usa un tricornio y le tiene miedo al sol. Sus cualidades vampíricas están claras desde que llega a Veracruz: a la gente le llama la atención que, arribando al puerto después de un largo viaje, él no hace lo mismo que todos los pasajeros, que inmediatamente quieren tocar tierra porque están hartos. Él se espera hasta la noche para no salir en pleno sol veracruzano.

Para Fuensalida, la llegada del mal a la colonia no es una casualidad: algunos teólogos sostenían que el diablo odiaba especialmente Nueva España porque la virgen de Guadalupe se había aparecido en ella. Éste es un hecho real, absolutamente documentado. Y, para completar el cuadro, Fuensalida también argumenta que el demonio quiere destruir estas tierras. Él, aunque es un ángel caído, sigue siendo inteligente. Sin embargo, sor Filotea no está muy convencida de esto: el vampirismo no le parece la estrategia más inteligente. En el fondo, estos seres resultan muy frágiles. Sin embargo, comienzan a ocurrir los asesinatos: muertes sangrientas e inexplicable y todas las víctimas tienen marcas en el cuello. En esta novela no me toqué el corazón con la sangre. En sus páginas no se encuentra la sangre estética al estilo de Tarantino, sino la sangre que atrae a las moscas, la que huele mal y brota de las entrañas. En algunas de esas escenas, fui bastante enfático, porque la violencia me da horror, pero más horror me da que se invisibilice. Todo escritor escribe desde su experiencia, y  ahí está la nuestra: hemos visto la violencia, hemos padecido la violencia y sufrimos la pandemia y el encierro.

Frente a estos hechos, sor Filotea termina por rendirse ante la evidencia empírica y decide comenzar a investigar. Aunque la verdad es que —como ya estaba un poco aburrida del convento— pide una dispensa para comenzar sus indagaciones y la consigue. También le pide a una vizcondesa que la que acompañe en su aventura; esa mujer tiene a un marido energúmeno que está convencido de que Nueva España es un lugar lujurioso y por ello hay que cuidar a la esposa. Este personaje es una muestra de otro tipo de horrores: los que se revelan en los golpes a las mujeres, en el desprecio a las prostitutas, en los asesinatos brutales. Ésa es una de las grandes tensiones de la novela: por eso pensé a sor Filotea como una protofeminista.

El vampiro del virrey

Héctor Zagal

Martínez Roca

En el corazón de una época oscura y llena de supersticiones, una serie de terribles asesinatos que tienen como rasgo dos pequeñas marcas en el cuello de las víctimas hacen sospechar a la Santa Inquisición que un vampiro merodea por las calles en busca de sangre. Para confirmar la validez de este temor, el Santo Oficio pide ayuda a la astuta y letrada monja sor Filotea, quien es enviada a investigar los crímenes en un peligroso viaje por las distintas provincias donde el virrey de la Nueva España extiende su poder. Las cosas se complican aún más cuando Ioan Apafi, príncipe de Transilvania, desembarca en el puerto de Veracruz. Con su llegada, la sagaz monja es arrastrada por un laberinto de intrigas y conspiraciones siniestras que la obligarán a luchar por su vida y su alma. Con una trama hipnotizante, personajes complejos y un toque de leyenda vampírica, esta imperdible novela mezcla a la perfección una fascinante recreación histórica con lo mejor de la narrativa detectivesca.