La baraja cortazariana. Los cuentos de Julio Cortázar

Dejando de lado motivos, atengámonos a la manera correcta de recordar el centenario de Julio Cortázar. Nació en Bruselas el 26 de agosto de 1914. Su producción abarcó todos los géneros literarios, desde poesía, hasta historieta, pasando por teatro, cuento y novela, así que uno puede acercarse a su obra por el género que le resulte más cómodo.

Para quienes aún no lo conocen y podrían pensar que Cortázar es difícil debido a sus referencias “cultas” en “El examen” o en “Rayuela”, o sus juegos estilísticos en “62/Modelo para armar”, es mejor empezar por sus cuentos, pues es uno de los grandes maestros del género.

Casi todos sus cuentos pertenecen a la corriente fantástica. Algunos son tan célebres que como “El Quijote” o “La Iliada”, ya los conocíamos antes de haberlos leído. ¿Quién no ha escuchado hablar de esa extraña historia del hombre que cada mes vomita un conejo vivo? Se llama “Carta a una señorita en París”, pero se conoce como el cuento de los conejitos.

Otro ejemplo es “No se culpe a nadie”, un cuento de cinco páginas que trata simplemente de alguien que se pone un suéter. ¿Y qué decir de “Axolotl”?, en el que un hombre obsesionado con estos anfibios termina convirtiéndose en uno de ellos. En estos textos lo fantástico penetra en lo cotidiano y hace que, tanto el lector como los personajes lo asuman sin percatarse de su irrupción. Un ejemplo más, “Casa tomada”, la historia de dos hermanos que perciben una invasión paulatina de quién sabe qué en su casa. Lo interesante es que cada lector vuelca sus temores personales en la interpretación del cuento. Borges quedó fascinado al grado de publicarlo de inmediato.

Uno de los rasgos característicos de la literatura cortazariana es un corte en la realidad que modifica el contexto espaciotemporal. La realidad y la ficción se confunden a tal grado que el lector siente el mismo vértigo que el personaje. Dos ejemplos son “Continuidad de los parques” y “La noche boca arriba”. El primero es lo que suele llamarse una construcción en abismo o al infinito. Aquí el relato sobrepone al personaje con la ficción que lee, y nosotros como lectores, temeremos volver la cabeza al concluir el texto. El segundo conjuga el horror de la pesadilla con el terror que sentirnos la primera noche en un hospital.

Los relatos fantásticos de Cortázar no están exentos de fantasmas, y aunque el autor prefiere que sus personajes los conjuren con la fuerza de sus deseos (como “Silvia” la hermosa niñera que necesita la constelación de cuatro pequeños, para hacerse corpórea), hay algunos escritos a la manera clásica, es decir, enmarcados dentro de un contexto lúgubre como en “La puerta condenada” o “Bruja”. En otros como “Circe”, “Reunión con un círculo rojo” o “Las ménades”, se esboza una entidad maligna camuflada de cotidianidad. Los elementos de suspenso trascienden la hoja y transmiten la desazón, el horror y la tensión que, seguramente, Cortázar sintió al escribirlos.

No sólo de ficción vive el escritor. Julio Cortázar en su búsqueda de estilo escribió una serie de cuentos que plantean juegos de lenguaje. Títulos como “Usted se tendió a tu lado” y el palíndroma “Satarsa” revelan una obsesión por la lengua. En este sentido, “Torito” y “La señorita Cora” son sus dos ejercicios mejor logrados. Ambas historias son sencillas y conmovedoras, así ayuda al lector a acceder con facilidad al ejercicio propuesto. “Torito”, la crónica de un pobre boxeador que la fortuna pone en las nubes para luego precipitarse a la ruina, escrito en lunfardo (caló argentino) intenta conmover a los porteños hipercultos por medio de una lengua que fingían despreciar. Cortázar recomendó a sus traductores evitar la traducción porque el verdadero personaje es el lenguaje en español. “La señorita Cora” narra la ambigua relación entre un joven paciente y su enfermera, en este cuento Cortázar usa la primera persona continua, es decir, la narración en voz de los distintos personajes, sin marcas perceptibles que indiquen cambio espacio-temporal, con todo, muy sencillo de leer.

Si se prefiere el realismo, tenemos las decepciones amorosas de “Los venenos” y “Final del juego”; “Reunión”, basado en el desembarco del Che Guevara en Cuba durante la guerrilla; “Cambio de luces”, juego de deseos entre la gente, “Segunda vez” que denuncia las desapariciones en Argentina durante la dictadura; o “La salud de los enfermos”, narrada mediante un género que siempre amó: la epístola o carta.

El autor explica que a partir de “El perseguidor” sus personajes ya no son utilizados como marionetas con fines exclusivos de mecánica fantástica, sino que viven con independencia.

Julio Cortázar publicó ocho volúmenes de cuentos: “Bestiario”, “Las armas secretas”, “Final del juego”, “Todos los fuegos del fuego”, “Octaedro”, “Alguien que anda por ahí”, “Queremos tanto a Glenda” y “Deshoras”. Actualmente se pueden encontrar muchas antologías de sus cuentos, clasificadas por temas, épocas, o contenido.

Para luchar contra el pragmatismo y la horrible tendencia de fines útiles, olvidemos pretextos, simplemente acerquémonos a su obra, para comentarla después en un ambiente que también amaba: charla, vino, jazz y tabaco. 

Por: Alfredo Barrios, @alfredobarriosh 

Macultura 26-Ago-14