Cuento de Renée Knight: El día de la madre

Cuento de Renée Knight: El día de la madre

La figura de la madre tiene un importante precedente en la literatura; desde Yocasta, madre de Edipo, la madre de Marcel en En busca del tiempo perdido, la novela de Gorki o el texto de Renée Knight, “El día de la madre” son sólo algunos ejemplos de la larga lista que puede esbozarse.

Este diez de mayo nos unimos a la celebración de todas aquellas madres que leen, que escriben, a las que son personajes de literatura, las que luchan y se apasionan. Aquí les dejamos nuestra recomendación para el día de las madres: el texto de Renée Knight, editado por Salamandra:


Laura estaba sentada en lo alto de la escalera. Hacía media hora que estaba lista para salir, con la maleta hecha y esperando a su espalda, en el rellano. Su padre hablaba por teléfono en la planta baja. Ella lo seguía con la mirada por entre los balaustres, a través de la puerta abierta del salón, hasta el otro lado del sofá, donde estaba de pie junto a la ventana. Le llegaban algunos picos de voz y el tono nervioso, pero a eso ya estaba acostumbrada: «Está cansado. Tiene mucha presión en el trabajo», le decía su madre para tranquilizarla cuando él le daba una contestación cortante o se mostraba impaciente. Había sido su padre quien le había anunciado que se marchaban. No le había revelado adónde, sólo que era un lugar tranquilo, lejos de la ciudad, en el campo. Su madre le había recordado que ya habían estado allí antes, cuando ella tenía cinco años.

“Beauwater Manor, un hotel de lujo en el corazón de la campiña inglesa.” Laura leyó esas palabras en el calendario que tenía abierto en el regazo. Se lo habían enviado como regalo de Navidad después de su última estancia, y ella lo guardaba con sus tesoros. Resiguió el resto del párrafo con el dedo: “En Beauwater Manor forjará recuerdos que lo acompañarán toda la vida.”

Pasó la página de enero y luego la de febrero. Estudió las fotografías: cada mes era un collage de momentos inolvidables, de familias que hacían sus sueños realidad. Estaba tan absorta mirando las imágenes que la voz de su padre quedo reducida al zumbido de una mosca cuando choca contra un cristal. Se concentró en las fotografías que tenía delante. Las suntuosas cortinas de terciopelo de los salones, la madera oscura y brillante del comedor, las chimeneas, la cama con dosel de la habitación en la que se habían alojado sus padres. No encontraba la suya y tuvo que recomponerla de memoria: un dormitorio pequeño y bonito con papel pintado de rosas azules. Pasó la página, de febrero a marzo, de marzo a abril, y se entretuvo mirando los rostros del personal del hotel atrapados en aquella cápsula del tiempo. Reconocía a algunos de los trabajadores porque los recordaba de las últimas vacaciones.

Termina de leer el cuento en este link.