El atlas invisible

De pequeño me gustaba dibujar mapas. Aquella curiosidad no pasó de ser una hoja en blanco garabateada de colores, indicando bosques y desiertos, ríos, lagos, ciudades o carreteras; fronteras difusas con acotaciones en la parte inferior de cada plano que explicaban los símbolos regados sobre el dibujo.

Mi técnica cartográfica fue evolucionando en algunos casos y en otros, simplificándose; desde un pequeño pueblo que tracé en la superficie de diez hojas pegadas con tiras de diurex hasta un mapa basado en el imaginario de El señor de los anillos. En una edición personal y apócrifa de Historia de las tierras y los lugares legendarios —libro original de Umberto Eco en el que explica y ejemplifica mitologías y orígenes de islas, mundos y otras zonas fantásticas— podría incluir todos aquellos espacios que imaginé.

Curiosamente, trazando todos esos sitios no sabía lo que buscaba, pero con el paso del tiempo aprendí que un mapa no sólo es un mapa, un plano complejo que indica ubicaciones, sino también una propuesta de cosmovisión, de relaciones de poder, una forma de dar a conocer o de crear, también de eliminar; imaginarios invisibilizados cuyas decisiones cartográficas contraen serias consecuencias.

En una segunda edición —por supuesto que también apócrifa— del libro antes citado, que diera referencias de otros lugares imaginados que por cuestiones de síntesis y espacio no se detallan, aunque se han ganado su mención por el universo que han logrado albergar, podrían estar Nowhere, mejor conocido como Ningún Lugar de la serie de finales de los noventa Coraje, el perro cobarde; Springfield, que no necesita presentación alguna; y de más reciente aparición, Gravity Falls de la serie homónima y La Tierra de Ooo de Hora de Aventura.

De los lugares legendarios de los que nos habla el escritor italiano se encuentra la Isla de Utopía, un no-lugar ideal, que juega con su acepción etimológica: u-topos (“no-lugar”) y eu-topos (“buen lugar”), formando una ambigüedad de significado. Gabriel Trujillo Muñoz explica en Utopías y quimeras. Guía de viaje por los territorios de la ciencia ficción que

La imaginación utópica nace del sueño de compartir un espacio común con la humanidad en su conjunto, y tal espacio no es simplemente un territorio o un ideal, sino la experiencia misma de otra sociedad, de otra clase de relación entre los seres humanos […]. La utopía es, por ello, una lección de vida. Una especulación […] nacida de una realidad humana: de nuestro interés por cambiar el mundo y transformar la vida.

Las perturbaciones que generan en la sociedad los jóvenes personajes de La sombra del mundo, de Nir Baram, configuran accidentalmente una utopía global en la que no se sabe qué sucederá después de la gran Huelga Mundial que organizan, pero depositan toda su fe en ese acto de rebeldía.

No obstante, los espacios ideales, de intenciones utópicas, no siempre terminan por mantener la equidad, la justicia y las condiciones necesarias o suficientes para que la balanza se incline hacia el lado favorable; se puede buscar reducir al máximo posible los niveles de desigualdad y precarización —y éste es el camino que siempre hay que tomar—, sin embargo, pareciera que jamás lograrán eliminarse completamente: todo el tiempo habrá fuerzas en disputa en ambos lados de la balanza. Cuando el otro platillo comienza a ganar terreno, pese a haberse logrado alguna transformación por medio del impulso utópico, la tergiversación del acto deviene en distopía.

Los ingleses Alan Moore y Dennis Kelly han trabajado este último tema: la utopía degenerada. El primero con sus conocidas novelas gráficas V for Vendetta y Watchmen; en esta última se plantea la posibilidad de cambiar y pacificar un mundo amenazado por la guerra nuclear, pero la modalidad del plan utópico, impulsado por Ozymandias, problematiza los principios morales. En esa misma línea camina la miniserie creada por Kelly, que ostenta el nombre Utopia; aquí el manuscrito de la novela gráfica llamada Los experimentos de Utopía guarda entre sus viñetas un secreto que dibujó el genetista Philip Carvel cuando fue internado en un hospital psiquiátrico. A lo largo de las dos temporadas, las fronteras entre lo correcto y lo necesario se vuelven el cuestionamiento central. Por otro lado, la Tierra de Ooo puede ser el resultado distópico de la Gran Guerra de los Champiñones, como se le conoce en la serie, una feliz metáfora de una desastrosa guerra nuclear.

En dos de estos ejemplos atestiguamos la puesta en escena de cómo para los personajes el fin justifica los medios. No importa el costo que tenga un acto necesario, en el capitalismo todo tiene un precio, así sea de cuerpos o víctimas. Aquellas distopías nos arrojan algo a la cara: un abismo que contemplamos, y donde encontramos algo enterrado de la humanidad.

Muchas distopías que surgieron en el siglo XX nos sugieren un futuro angustiante, cuya semilla se halla en nuestro presente: su mirada se centra en las condiciones de su contexto. Las producciones distópicas, en su mayoría de ciencia ficción, son la cartografía de la condición humana contemporánea. Así ¿cuál puede ser nuestro diagnóstico? Mapear, además de tener una función ilustrativa, puede tener una política: la disposición del espacio y su control.

Por Rolando Ramiro Vázquez Mendoza

MasCultura 29-sep-16