Jóvenes: "Largo y seboso" de Raquel Castro

Estaba enamorada de mi mejor amigo y el muy animal no me hacía caso. No sólo eso: cada semana se enamoraba de otra fulana, pensando que era el amor de su vida, para luego verle quién sabe qué defectos y pasar a la siguiente. A veces me imagino que era como Romeo antes de Julieta, y me pregunto qué habría pasado si en vez de Mercutio hubiera tenido una Mercutia de mejor amiga; o si Mercutio hubiera estado enamorado en silencio de él…

Claro, el veneno y el puñal de la versión que conocemos son muy dramáticos, pero la vida de Mercutia o Mercutio-gay no habría sido más divertida, ¿eh? En fin. Que yo era la Mercutia de ese pedazo de baboso que no se fijaba en mí y me tenía que soplar sus metáforas del amortz: que si Griselda tenía dientes de perla; que si Perla tenía ojos de azabache; que si Azabache tenía croquetas en su plato… (perdón, es que Azabache no suena a nombre de chava, ¿no?). Y una vez mi Romeo Región IV me dijo: es que Julieta (supongamos que dijo Julieta) tiene el cabello tan largo y seboso…

A mí me dio asco y desespero: si para gustarle tenía que untarme manteca en la cabeza, ya podía irme olvidando de él, guá- cala. Pero, además, sonaba medio creepy. Pues sí, se le ve grasosito pero ¿de veras eso te gusta?, le pregunté. Y ¡me dio un zape!: Dije sedoso, no seboso. Bah. Ya decía yo que tenía que ser otra de sus metáforas taaaan originales (sí, es sarcasmo). Lo chistoso es que, desde entonces (y miren que han pasado años y años desde entonces) cada vez que veo pelis japonesas de horror me acuerdo del güey éste: como que al cine oriental le fascina lo de los cabellos largos y medio asquerositos como elemento terrorífico, ¿no? Yo pensaba que es porque se ven inquietantes esas melenas; pero hace no tanto tiempo leí la novela en la que se basa la película de El aro (ya tiene sus añitos; pero si no la han visto, no se la pierdan) y la descripción de los cabellos largos y sebosos… eww. Logró inquietarme bastante. El libro debería llamarse El aro (en japonés se llama Ringu, que significa, más bien, algo como “el círculo”), pero lo encontré como The ring: una cinta de video que será tu pesadilla. El autor es Koji Suzuki (Random House).

Y es que algo tiene el cabello, eso ni dudarlo. Perderlo, por ejemplo, puede ser una cosa terrible. De hecho, es una de las consecuencias del cáncer que más duro pegan. A lo mejor por eso me llamó la atención Yo, él y Raquel, una novela de Jesse Andrews (Nube de tinta) en la que dos amigos toman como misión hacer llevadero el cáncer de una compañera de escuela que alguna vez fue muy amiga de uno de ellos. Ya habrán adivinado ustedes que la chica con cáncer es la Raquel del título; y ya habrán adivinado también (así de obvia soy) que en algún momento la tienen que rapar por la quimioterapia. Pero lo que seguramente no adivinarían nunca es el tono ameno y desenfadado con el que Andrews aborda el tema, equilibrando lo emotivo y difícil con un sentido del humor jocosón. Por cierto, hay una película. Yo no la he visto, pero me eché el tráiler hace ratito y me gustó. Seguiremos reportando.

Entretanto, y ya que seguimos en el tema del cabello, les recomiendo “El rubio Eckbert”, un cuento extraordinario. Su autor fue Ludwig Tieck, quien murió en 1853 y fue considerado uno de los principales representantes del romanticismo. No se me espanten: ya sé que esa entrada parece apunte de escuela; pero a lo que voy es que la historia logra parecer muy antiguo y muy actual al mismo tiempo. Como si fuera un cuento de hadas clásico pero combinado con elementos de literatura actual de horror o misterio. Lo encuentran en un libro de la editorial José J. de Olañeta, acompañado de otro cuento también muy, muy bueno y que da título al volumen: El Runenberg.

Ahora que si lo de ustedes no es la cabellera color trigo, otro libro de cuentos que les puede interesar es La banda de los enanos calvos (Laberinto), de Agustín Monsreal. Este autor sí es contemporáneo y hasta paisano nuestro y nos obsequia una colección de historias muy divertidas, con un humor negro tremendamente disfrutable.

Así que hay para todos los gustos. Hasta los que tienen el fetiche del pelo seboso.

Por: Raquel Castro

MasCultura 19-abr-16